La explosión sacudió los cimientos del penthouse a las 3:47 de la madrugada.
Valeria despertó con un grito ahogado, su corazón martilleando contra sus costillas mientras el sonido de cristales rompiéndose resonaba en la distancia. El bebé pateó violentamente dentro de ella, asustado por el sobresalto de su madre. Antes de que pudiera procesar qué estaba pasando, su puerta se abrió de golpe.
Aleksandr entró como una tormenta, completamente vestido y armado, su rostro una máscara de concentración letal.
—Quédate en la cama —ordenó, corriendo hacia la ventana para mirar hacia la ciudad.
Valeria se incorporó con dificultad, su vientre de seis meses haciendo que cada movimiento fuera torpe.
—¿Qué fue eso? —preguntó, su voz temblando.
—El club del norte —respondió Aleksandr sin volverse, su teléfono ya en su oído—. Luka, reporte. Ahora.
Valeria observó cómo su rostro se endurecía aún más con cada palabra que escuchaba. Cuando colgó, sus ojos encontraron los de ella, y lo que vio allí la ate