El aire en la casa segura se había vuelto denso, cargado de tensión y miradas furtivas. Valeria lo notaba cada vez que salía de su habitación. Los guardias de Aleksandr, antes respetuosos pero profesionales, ahora susurraban entre ellos y callaban abruptamente cuando ella aparecía.
Algo estaba cambiando.
Habían pasado dos días desde que descubrió la verdadera identidad de Aleksandr, y aunque había decidido quedarse, la realidad de vivir con ese conocimiento era más pesada de lo que había anticipado. A sus diecisiete semanas de embarazo, sentía que el peso físico del bebé se combinaba con el peso emocional de los secretos que ahora cargaba.
Aleksandr prácticamente vivía en reuniones con Dante y Viktor, manejando lo que ella ahora sabía era una organización criminal compleja. Y aunque le había prometido honestidad, seguía manteniéndola alejada de los detalles más oscuros.
Valeria estaba sola en la sala cuando notó que Aleksandr había dejado su tablet sobre la mesa de café. Normalmente la