La casa segura estaba ubicada en las afueras de la ciudad, rodeada de bosque denso y silencio absoluto. Era uno de los refugios que Aleksandr mantenía para emergencias, un lugar que ni siquiera sus hombres más cercanos conocían con exactitud. Solo Dante y Viktor tenían las coordenadas, y ambos habían jurado con su vida mantener el secreto.
Valeria observaba por la ventana del segundo piso cómo las primeras luces del amanecer se filtraban entre los árboles. No había dormido. Después del ataque en el hotel, después de ver a ese hombre apuntar su arma hacia Aleksandr, el sueño se había convertido en algo imposible.
Sus manos temblaban ligeramente mientras se las llevaba al vientre. Diecisiete semanas y media de embarazo. El bebé había estado inquieto toda la noche, como si pudiera sentir el miedo de su madre.
—Deberías descansar.
La voz de Aleksandr la sobresaltó. Se giró para encontrarlo en el umbral de la puerta, con una taza de té humeante en las manos. Había cambiado su ropa manchada