Al fin tengo a mi hija en mis brazos, no es de la manera que me hubiera gustado, pero al menos está aquí. El tener que hacerla dormir, no ha sido de mi agrado, me gustaría que estuviera despierta y me contara cómo está siendo su corta vida. Se ve tan tranquila dormida, me pregunto si lo es realmente o es un torbellino igual que su madre o si le teme a los aviones al igual que ella.
—Señor, estamos por despegar —me avisa uno de mis custodios.
Acomodo a Aye en el asiento continuo y le coloco el cinturón de seguridad.
Si Lina me hubiera dado una oportunidad, las cosas serían diferentes. Pude entender su miedo en aquel entonces y hasta perdonarlo, pero el no decirme de nuestra hija es algo que carcome por dentro. Todos estos años que me perdí quiero recuperarlos y si debo elegir el camino más complicado y difícil lo haré, mi hija se merece que haga lo tenga que hacer.
Al llegar a Estados Unidos me espera una camioneta negra con custodios de Christopher para llevarnos a su encuentro. Sigo con mi niña en brazos, ya que todavía no ha despertado, de todas formas, dudo que la suelte en algún momento cercano.
Mi amigo nos espera en el jardín de su mansión «rayos, había olvidado lo que se siente tener más de lo posible».
—Esa es tu niña? Sí, ¿verdad? —me pregunta en cuanto me ve acercarme.
—Ella es —contesto sin poder evitar que una sonrisa se muestre en mi rostro—. Gracias por la ayuda.
—Te dije que siempre nos íbamos a apoyar sin importar qué, al contrario de esa mujer —esboza con rencor hacia Lina, nunca le gustó y tenía sus razones, aún tiene razón.
—Lo sé —digo tomando asiento frente a él, todavía con mi niña dormida en mis brazos.
Me doy cuenta que la observa cargando la cabeza y muestra una sonrisa de costado. Él no tiene hijos, jamás han estado en sus aviones, al menos eso era lo último que tenía entendido. Aye se remueve en mis brazos y abre los ojos, dejando ver esas hermosas pupilas verdes. Se queja en sueños, le chisto para que se calme y no despierte, entonces, ella suspira y sigue durmiendo.
—Vas a tener un lindo trabajo allí —se burla Chris.
—Probablemente —contestó sonriendo.
—Tengo todo lo que me pediste —Se toma un segundo, antes de continuar—. ¿Estás seguro de que quieres hacerlo de esta manera?
—Ella no me ha dejado otra opción —digo, mirando a mi hija—. No le perdono el no habérmelo dicho, dudo mucho que algún día lo haga.
—He averiguado quién ese tipo con el que está. No sé si es casualidad o causalidad, pero su primo es Ian Russel, un agente del SWAT; Vive aquí en Estados Unidos y esta investigando la muerte de mi tío.
—Te meto en problemas, ¿verdad?
—De todas maneras, Lina va a venir a verme, ella no es tonta y sabe que me pedirás ayuda. Es un problema que tenga tan buenos contactos, pero no voy a dejarte solo. Te ayudaré desde la distancia, aunque no me expondré demasiado, ¿lo entiendes?
—Con lo que has hecho hasta el momento es más que suficiente.
—El muelle está todo preparado para que puedas salir de Estados Unidos por agua, tendrás una parada en Hawaii y de allí podrás llegar a Asia —Le agradezco por su ayuda y me dispongo a salir de allí, pero me detiene con una pregunta—. ¿Ella irá contigo?
Me giro para mirarlo a los ojos. No es necesario que especifique de quien habla, sé que me pregunta por Lina y, aunque no le agrade la idea de verme con ella de nuevo, entiende que, a pesar del odio o resentimiento que le pueda llegar a tener, siempre la voy a amar.
—Eso espero —me limito a responder antes de salir de allí.
En cuanto llegamos al muelle, Aye despierta al colocarla sobre una cama que había en una habitación precaria y acondicionada para ella; una cama pequeña, una mesita con dos sillas y una televisión por si quería ver dibujos o lo que sea que ella mire. Me doy cuenta que no la conozco de nada, no sé sus gustos, su pasión, sus dibujos o series que mira, qué música escucha, absolutamente nada.
—Hola —la saludo en voz baja en cuanto la veo despierta mirando a su alrededor un poco desconcertada—. ¿Recuerdas quién soy? —pregunto.
Ella entrecierras sus ojitos verdes y hace memoria.
—El hombre del helado. Conocías a mis abuelos.
Sonrío.
—Así es, los conozco desde hace mucho tiempo. Mi nombre es Dany —Le tiendo la mano para que me la estreche y ella lo hace sin pensarlo ni siquiera.
—Un gusto —entona y mira a su alrededor frunciendo el ceño «su madre tiene la misma mirada cuando frunce el ceño, de aquella manera arrugando la nariz»—. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi mamá?
—Estamos en Estados Unidos y tu mamá vendrá pronto a buscarte. Estaremos los tres juntos si ella quiere. ¿Te parece bien?
Ella vuelve a fruncir el ceño, puedo verla pensar a gran velocidad, esta confundida y entendiendo que lo esté.
—¿Alex no vendrá?
Tomo una respiración profunda, me molesta horrores que piense en él antes que en mí, pero contesto con calma.
—Él no es parte de la familia.
—¿Tú eres de la familia?
—Lo soy —Aye sigue confundida asique decidido decir un poco más—. Yo soy tu padre, sí. Tu verdadero padre. ¿Tu mamá alguna vez te habló de mí? —Niega con la cabeza y mi vena comienza a hincharse—. ¿Jamás te dijo nada sobre tu padre? ¿Tú nunca le preguntaste?
—Nunca me dijo nada, ni siquiera su nombre. Creo que nunca le pregunté tampoco responde bajando la cabeza, luego la sube y me mira directo a los ojos—. ¿En verdad eres mi padre?
—Lo soy.
—¿Y dónde estuviste todo este tiempo? ¿Por qué nunca me llamaste o algo?
—Es complicado.
Ella resopla.
—Es algo que siempre dicen los mayores para no responder con la verdad —refunfuña.