Capítulo 41-Lina

—Toma, está sonando; lo olvidaste en la cocina y Tony está luchando por no meterlo en la freidora —habla Sole, tendiéndome mi celular.

—Gracias.

En cuanto lo agarro, veo que tengo un mensaje de un número que no conozco.

«Quiero helado, pero no quiero hacerlo solo, ¿me acompañas? Seba.»

Leo su mensaje y no puedo evitar sonreír.

—¿Quién es? —pregunta Sole, curiosa.

—El barman —respondo, y empiezo a contestar su mensaje.

—Tan solo pasaron tres días y, ¿ya te escribió?

—Es la regla de los tres días.

Yo—:  Pensé que ibas a olvidar llamarme.

Él—:  Técnicamente, te estoy escribiendo. ¿Me acompañas con el helado?

Yo—:  ¿Es una invitación?

El—:  Obvio que sí.

Yo—:  Bien, ¿dónde?

Él—:  ¿Conoces la heladería que está a dos cuadras del club?

Yo—:  Sorbo

Él—:  Bien, te espero ahí, en una hora. ¿Te parece bien?

Yo—:  Nos vemos en una hora.

—Y bien? —interroga a Sole.

—Pensé que te habías ido —entono, ignorando su pregunta.

—Pensaste mal. ¿En qué quedaron?

—Nos vamos a ver.

—Ah bueno, así es como trabaja mi amiga —dice riendo.

—Es puro placer, mi querida amiga.

—¿A qué hora vas a pervertir a ese chico? —curioso.

—En una hora, y no lo voy a pervertir, vamos a tomar un helado.

—¿Un helado? ¿Después van a columpiarse? —bromea.

—Bueno, yo dejaría que me columpiara.

—Apuesto que sí. ¿Vas a llevar tequila? —se burla riendo.

—Muy graciosa; voy a casa a cambiarme, cuida a Aye, porfis —le pido conforme camino para salir de la oficina del resto.

—Sí, señora —habla con un tono de burla—. Hey —dice, haciendo que me detenga en la puerta.

-¿Si?

—Me alegra que retomaras tu vida —expresa. Asiento y salgo.

Llego a mi casa, me ducho y visto rápidamente. Ojalá no sea mala idea, pienso, mirándome al espejo; No estoy muy seguro de esto. En realidad, no estoy muy segura de nada últimamente, pero no lo demuestro; es mejor así.

En la heladería, él ya se encontraba esperando, sentando en un banco de afuera, y se ve tan sexy, tan despreocupado. Llega a verme cuando me estoy acercando y me sonríe, es una sonrisa diferente a la que he visto en el club; esta es una sonrisa grande, no su media sonrisa de seductor compulsivo.

—Llegaste.

—Comienzo a pensar que no me tienes ni un poquito de confianza —le digo sonriendo.

—Quizá no confié en mí —esboza con su media sonrisa; Sí, ahí va, volvió su media sonrisa.

—¿Qué significa eso?

—Solo digo que, quizás, no confío en que mis encantos funcionan contigo —expone.

—Así que... sabes bien que tienes locas a muchas mujeres.

—Puede ser. ¿Vamos por el helado? —estira su mano para que el tomo para después entrar en la heladería.

Luego salimos y nos sentamos en unas de las mesas de afuera.

—Me gustó lo que pasó en el club; con el asunto del tequila, digo —suelta de repente.

—¿Qué parte?

—Bueno, en realidad, todas; pero lo de los gritos fue muy gracioso —contesta, sonriendo.

—Seguro levantó demasiado tu ego, ¿verdad? El grito de todas ellas esperando para la ronda —hablo haciendo caras.

—En realidad, lo que levantó demasiado mi ego fue lo que tú dijiste.

—¿Qué dije?

—Fue algo así como "lo siento chicas, pero es mío" —aclara divertida, mirando fijamente mis ojos.

—Bueno, por decir aquello me ganó varias enemigas, pensé que me iban a esperar a fuera.

—De todas maneras, me gustó escucharte decir eso —demanda.

—No sé qué se me cruzó por la cabeza, como para decir eso.

—Debe ser tu naturaleza.

—¿Mi naturaleza? — Estoy un poco confundida.

—Creo que eres una mujer muy posesiva —declara.

—¿Tú, no?

—Lo que es mío, es mío —confiesa; por los señores del inframundo, ahora tengo muchas ganas de hacer caso a la chica del club, la que gritó que siguiera hasta abajo con la sal—... Tu teléfono —escucho que dice.

—¿Qué?

—Está sonando tu teléfono —repite. Busco mi celular, y atiendo sin siquiera ver la pantalla.

-¿Si?

—Así es como me atiendes ahora? —Es Lucas.

—Perdón, no había visto quién era. ¿Va todo bien?

—Tenemos que hablar. ¿Podemos encontrarnos en treinta minutos en tu casa? —indaga.

—Eh... —vacilo— Sí, sí. ¿Qué pasó, Lu? —vuelvo a preguntar.

—Es mejor que hablemos personalmente, nena.

—Ok, voy para allá —digo y cuelgo la llamada.

— ¿Pasó algo? —Se preocupa Seba.

—No lo sé; lo siento, pero tengo que irme —le aviso conforme me levanto, y él también lo hace.

— ¿Necesitas que te lleve a algún lado?

—No, gracias; vine en auto —lo miro por un instante y se acerca a mí, muy cerca de mí.

—¿Estás bien? Te noto nerviosa —expresa, acariciando mi mejilla con su pulgar.

—No te preocupes. ¿Podemos hacer esto otro día?

—Por supuesto, no te iba a dejar ir sin tener asegurado mi segundo día —tira de mi nuca hacia él y me besa, posa su otra mano en mi cadera y me pega a su cuerpo, haciendo que el beso sea más intenso. Me besa como si no nos volveríamos a ver.

—Creo ya debo irme, llámame para tu segundo día —digo, alejándome. Seba solo se limita a asentir con su maravillosa sonrisa.

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