Llegamos al hotel, me quité las botas de un rápido movimiento y me lanzo sobre el sofá doble, desplomándome; al lado mío se tira Sole, con una estúpida sonrisa dibujada en su cara.
—Me agrada Alex —suelta, como quien no quiere la cosa.
—Pensé que te gustaba Erik —entono; en este momento era mejor pasar por estúpida que por inteligente.
—Sí, me gusta Erik y me agrada Alex —enfatiza, mirándome de reojo.
—Ok —me limito a decir. Ya sabía a dónde iba, y no sé si quería escucharla.
—Te gusta Alex —me acusa deliberadamente.
—No me gusta —réplico, y fui una tonta al hablar tan rápido.
—Lina, te conozco; que se lo niegues a él está perfecto, pero que me lo niegues a mí, que soy tu mejor amiga, tu hermana de corazón, es una estupidez —Ella tiene toda la razón. Supongo que sí se lo confesaba a ella, ya no habría marcha atrás; Estaría admitiéndolo en verdad.
—Bien —suspiro—; Sí me gusta, pero nada más. Es muy arrogante, pedante y ególatra. ¿Puedes creer que hoy dio por seguro que me gustaba?
—Oh, que descarado —azuza irónicamente, llevándose la mano a la boca para darle más brío a lo que decía—. Bueno, ahora van a ser nuestras guías, así que vas a tener que estar tranquilo; haz esa cosa tuya de inhalar y exhalar —sugiere, agitando la mano. Ya lo intenté y no funciona.
Inhala paz, exhala amor; Dudo que eso me ayude con ese hombre, pero voy a tener que hacer un esfuerzo por Sole. No estaría bien que arruine lo de ella con Erik, después de todo, fue mi idea venir a este lugar. Pero me vuelvo a repetir: espero que sea inteligente y no sienta algo por ese hombre, porque nos vamos a ir, y me sentiría culpable de que le haga mal irse, una vez que se haya enamorado de él.
Luego de una charla interesante y en la que tuve que hablar con respecto a lo que pensaba porque no podía seguir dejándolo pasar, no iba a perder tiempo, no iba a esperar que ella sienta algo por Erik para después hablar. Me dijo que lo sabía, que no era tonta, que no me preocupara, que ella solo se siente atraída. Por ahora, pensé yo. Después de haber dicho todo, llamé a mi casa; Hablé con mi madre y con mi hija, y me fui a la cama rendida. La verdad, ese pequeño turismo me había agotado, y más la charla intensa que tuve con Sole.
Me desperté escuchando unos golpes; no abrí los ojos, no iba a hacerlo, no quería hacerlo. Seguro es Sole, no me imagino qué debe estar haciendo, pero no voy a averiguarlo; me doy la vuelta quedando de estómago al colchón y me tapo la cabeza con la almohada para amortiguar el golpe. De nada sirvió, ahí están esos golpes de nuevo. Me levanto y voy a su cuarto.
—Sole, qué demo...—Ella sigue dormida. Es la puerta; pero no pedimos nada.
Miro el reloj encima de la mesita de noche de Sole y son las 7am, no voy a atender. Vuelvo a mi cuarto; No voy a levantarme tan temprano, ni de chiste. Que se vaya. No puedo creer que Sole siga durmiendo y no escuche nada.
—Grrr... —Me volvió a levantar de la cama de un salto—. ¡Ya voy, Dios! —grito, llegando a la puerta—. El que esté del otro lado va a pagar por hacerme levantar de madrugada —hablo mientras tiro del picaporte —. Qué pa... ¿Alex? —pronunciación; al abrir por completo.
Estaba con una camisa negra y unos jeans oscuros prerasgados, con dos cafés en las manos y, no podía faltar, esa sonrisa provocadora suya. Me mira de arriba abajo, al igual que yo hice con él.
—Buen día —murmura sonriendo.
—Buenas noches, diría yo —era casi una reprimenda lo mío. No me gusta nada que me levanten tan temprano.
— ¿Puedo pasar? —indaga, haciendo caso omiso a mi comentario.
—Sí, pasa —dejo salir un suspiro; Era muy temprano para discutir y, además, no se iba a ir. Nunca lo hace.
—¿Dormías? —interroga.
Me mira de arriba abajo nuevamente, y ahí es cuando me doy cuenta de que estaba con mi pijama: una remera de tiras, sin sostén, y unos minis shorts. Tuve que tomar mucha fuerza de voluntad para no taparme y no verme avergonzada, y hacer como si no me importa, ya que se está divirtiendo al verme de esta manera y se va a divertir más si ve que me avergüenzo. No le pienso dar el gusto.
— ¿Qué haces acá, de madrugada? —cuestiono, ignorando su pregunta y pasando por su lado para sentarme en el sofá.
—Madrugada? —repite, arqueando una ceja—. Quiero llevarte a un lugar.
—A mí? —estaba asombrada; primero por tenerlo aquí ya esta hora, y segundo porque habíamos quedado que saldríamos los cuatro y él se aparece solo de contrabando. Y así vestido. ¡¡Colchón de baba!!
—Sí, a ti —asiente.
—¿A dónde?
—Una sorpresa, ¿vas a cambiarte, o vas a salir así vestida? —me señala con un dedo de arriba abajo, refiriéndose a mi vestimenta—. A mí no me importaría que vayas así vestida; es más, lo disfrutaría, y más cuando camines delante de mí. Pero hace un poco de frío afuera —habla bajando la voz y arrugando la nariz, cosa que me pareció muy tierno ese gesto.
—A dónde, preguntó —repito, tratando de que no se dé cuenta de lo que me hace sentir con sus juegos.
—Es una sorpresa, contesté —réplica con su media sonrisa.
—No voy a salir si no me dices a dónde quieres llevarme —entono cruzando los brazos. Sí, ya sé, soy una nena caprichosa. Pues no me importa.
—No voy a hacerte nada; bueno, nada que no quieras —me mira entrecerrando los ojos—. Es más, puedes hacerme pagar por despertarte de madrugada, como dijiste al abrir la puerta —lo quería estrangular, sacarlo al pasillo y tirarlo por las escaleras—. Puedes confiar en mí —argumenta al ver que no iba a decirle nada con respecto a su comentario.
—Confío en las personas; en lo que no confio, es en el Diablo que llevan dentro —digo citando la frase de una película. Niego con la cabeza, ya me tenía—. Me voy a cambiar, no te muevas de ahí —le ordeno, saliendo de su vista, que ya me estaba poniendo nervioso con su forma de mirarme. Lo miro por sobre mi hombro—. Deja de mirarme el culo. —Él solo sonríe y ladea la cabeza, para después negar; que descarado, ni siquiera iba a disimular que me mira el culo.
—¿Lista? —me pregunto al verme.
—Lista. ¿A dónde vamos?
—No voy a decirte hasta que lleguemos, así que no hagas ese jueguito conmigo —entona severamente.
—Como digas —suspiro; cosa que estoy haciendo mucho desde que lo conozco—. Voy a escribirle una nota a Sole para avisarle, y nos podremos ir a ese misterioso lugar —le aclaro.
—No hace falta, más tarde va a pasar a buscarla Erik; no sé dónde van a ir, así que no me preguntes —me hace saber, adelantándose a mi pregunta.
—No creo que no lo sepas —trato de provocarlo y él eleva una ceja—; pero no importa, todavía no tengo mi dosis de cafeína... Dame —estiro mi mano para que me dé el café.
Salimos de la habitación y del hotel; Todo, en un silencio encantador. Recién me levanto, así que está más que claro que solo quiero terminar el café para espabilar. En el viaje iba inmersa en la estación de radio que Alex había sintonizado, no entendía nada, hablaban en alemán y no pasaban música; Creo que eran noticias, o algo así. No importaba, el viaje era agradable y mi café sabía espectacular.
A pocos metros de donde nos encontrábamos, ya después de un poco más de dos horas, empecé a divisar un castillo. ¿Podría ser? No juegues.
—Ese es el Castillo Neuschwenstein? —pregunto, sin sacar la mirada de la fortaleza a la que nos estábamos acercando.
—Sí, pensé que te gustaría conocerlo —Me giro para mirarlo entrecerran-do los ojos y poder ver su reacción.
—No lo pensaste, lo sabías —lo acuso. Me mira de reojo y sonríe sin decirme nada—. ¿Cómo lo sabías? —En cuanto hago la pregunta me viene la respuesta—. Escuchaste la conversación que tuve en el café con Sole —No decía nada, solo sonreía—. ¿Qué más escuchaste?
—Solo eso; no escuché nada más, te lo juro —contesta, levantando una mano en forma de juramento.
—No te creo nada —le aclaro, cruzándome de brazos.
Detiene el auto de golpe, haciendo que vaya ligeramente hacia delante, se gira hacia mí y me mira fijamente a los ojos.
—Oye, ¿podemos hacer una tregua, solo por hoy, y disfrutar de esta salida? —inquiere, poniendo cara de perrito abandonado; Lo raro es que sonó sincero.
—Sí, podemos —concuerdo en voz baja y me regala una sonrisa.
—Bien, porque puedo ser un muy buen guía y hacer que la pases realmente bien —esboza, sonriendo con supremacía. Eso sonó a más que conocer el castillo. De todas formas, me limito a asentir en silencio.
Al llegar al castillo, bajamos del auto, y emprendimos la caminata con dirección al interior del mismo. Me llamó la atención no ver ni un alma perdida; Estaba todo muy solitario.
—¿No hay nadie? —pregunto; a medida que avanzamos.
—No, solo somos tú y yo —contesta, agarrándome la mano para guiar-me.
— ¿Cómo es que no hay nadie?
—Un amigo me debía un favor; tenemos el castillo y las pinotecas solo para nosotros hasta el mediodía —me informa, como si fuera algo común que te dejen un castillo a tu disposición.
—Yo quiero un amigo así.
Seguimos caminando en silencio, viendo las pinturas en la Pinoteca Antigua, y una me llamó la atención. Eran dos hombres idénticos, cada uno en su caballo, agarrando a dos mujeres desnudas y obligándolas a subir a ellos.
—El rapto de las hijas de Leucipo —me hace saber, parándose a mi lado—. Es uno de mis favoritos. ¿Sabes la historia? —me interroga voltean-dose para verme.
Niego en silencio con la cabeza. Voltea de nuevo a la pintura y comienza a relatarla:
—En la mitología griega, los Dioscuros, que eran hijos de Zeus, eran dos famosos héroes mellizos hijos de Leda y hermanos de Helena de Troya y Clitemnestra; llamados Castor y Polux, o Polideceus. En latín, eran conocidos como Gémini, "gemelos", ya veces como Castores. A pesar de su nombre, la historia de su paternidad es confusa. La versión más conocida es que Zeus se metamorfoseó en cisne y sedujo así a Leda. Por esto, se dice que los hijos de Leda salieron de dos huevos que esta puso...