Capítulo 12

—Vamos, Sole, te está llevando ventaja el río por goleada —le grito, mientras la veo caer una y otra vez de esa tabla.

Ella estaba disfrutando mucho de sus caídas, ya que Erik la subía de nuevo. Estaba feliz por los toques de aquel chico. Y yo tratando de esquivar a Alex, gritándole estupideces a ella.

—Déjala tranquila —me dice Alex suavemente.

—Pero si es muy tierna cuando se enfada —arrugo las cejas y la nariz, haciendo que él ría.

—Tú también eres muy tierna cuando te enfadas, ángel.

-No; créeme, no te gustará verme enojada.

—Ya te he visto enojada —refuta, seguro de lo que dice.

—Nop. Solo me viste alterada, no enojada —retruco.

—Estabas roja como un tomate, tenías los puños cerrados clavándote las uñas, y eso sin contar el derechazo que le diste a aquel tipo en el bar... ¿Eso no es estar enojada? —pregunta, confusa y divertida a la vez.

—Como dije, solo me viste alterada —me rio al ver la mueca que hace.

—Siendo así, voy a tratar de nunca hacerte enojar.

—Buen chico —canturreo, palmeándole el hombro.

—Todavía tenemos una prueba pendiente —suelta de repente, para mi asombro.

Pensé que se había olvidado. Deseaba que se hubiera olvidado.

—No recuerdo tener ninguna prueba pendiente; seguro confundido —trato de salir de esto lo más discreto estás posible.

—No estoy confundido, y no te hagas la desentendida, que sabes muy bien de lo que estoy hablando —replica mirándome fijamente a los ojos, esperando lo que le podía llegar a decir.

— ¿Seguro que no te acercaste al río? El agua dulce puede hacerte mal, hacer que tengas alucinaciones.

—No estoy alucinando, y es el agua salada lo que te causa esos efectos.

—Noo, ¿en serio? Siempre pensé que era el agua dulce, qué mal me informó —mascullo, finciendo asco.

—No lo entiendo —lanza, desconcertándome.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué es lo que no entiendes? —inquiero confusa.

—No entiendo por qué te resistes.

—Sigo sin saber de qué hablas.

—Sé que te gusto, que te atraigo; sé que me deseas... Pero te niegas a admitirlo —con cada palabra que decía se iba acercando más a mí; para cuando terminé de hablar ya lo tenía demasiado cerca para mi gusto. Creo que este hombre no sabe lo del espacio personal.

-Señor. arrogancia, a mí no me gustas; no me siento atraído, no te deseo, ni mucho menos eso de que no lo quiero admitir, porque no hay nada qué admitir —digo tratando de no sentirme atrapado por su cercanía.

—Si es así, entonces podríamos hacer la prueba; si no te gusta, prometo no molestarte más, si es eso lo que quieres —sugiere, clavando sus ojos en los míos con deseo; Podría decir que yo muero por dentro, esto es jugar con fuego.

—Alex, tú...

— ¿Qué dices, hacemos la prueba?

Mira mi boca y se lame el labio inferior, dejando una fina lámina de saliva en él, mientras yo me muerdo el mío. Qué m****a, no pierdas nada; y si no quiero seguir, él prometió dejarme en paz, entonces, podría hacerlo, ¿no? Lo voy a hacer, le voy a dar el gusto al maldito arrogante y pedante. Muero de ganas de hacerlo, pero nunca se lo voy a reconocer. Quizás el beso haga que me deje de pasar este calor extremo que emite mi cuerpo cada vez que él está cerca, o habla con esa voz ronca. ¿A quién engaño? Son solo excusas; Por más que lo bese, me voy a seguir sintiendo de esa manera.

—Lamento interrumpir, pero la pelirroja ya está cansada —anuncia Erik, sentándose a nuestro lado; Alex se vuelve a acomodar en su lugar mientras refunfuña y yo le agradezco en silencio a mi salvador. Definitivamente me cae muy bien este chico.

— ¿Dónde está? —le pregunto.

—Se fue a cambiar, no le gusta nada ese traje —contesta riendo, seguro por recordar alguna tontería que habrá soltado ella con respecto al traje.

—No, no le gusta.

—Eres mala, Lina —me acusa riendo.

—Si soy un amor.

—Dime, Lina, ¿por qué Alemania? Sole me dijo que fue idea tuya venir aquí —interroga a Erik, y viene bien el cambio de tema, ya que Alex me miró de una forma muy intensa y me estaba poniendo nervioso.

—Tu verdadera pregunta es, ¿por qué no Francia o Italia, ¿no? Países donde la mayoría de las mujeres quieren ir por todo eso del romanticismo. ¿Me equivoco?

—No tanto. ¿No te gusta el romanticismo? —indaga, y me mira de una forma divertida; apuesto que Sole le dijo que prefería Brasil, y seguro que para él éramos las dos mujeres más extrañas que haya conocido. Una elige Alemania por curiosa y la otra, Brasil por hormonas alborotadas, pero ninguna por algo romántico, o amor en su defecto.

—No es necesario viajar a París para tener una experiencia de romanticismo.

—Así que, ¿podrías tener romanticismo aquí, en Alemania, también? —Curiosea Alex con su media sonrisa.

—Al igual que en Argentina, o Afganistán —respondo, ignorando el juego al que me quiere llevar.

—Entonces, a cualquier lugar lo puedes convertir en romance —no era una pregunta, otra vez tironeaba de la soga. ¡Cuidado, señor Betanckurt!

—Ya me perdí —interviene de la nada Erik—. ¿Estamos hablando de romance, o placer?

—Ambas cosas —lo miro y luego clavo mi mirada en los ojos de Alex, esta vez era yo quien atacaba con el jueguito de la miradas—, vienen juntas. El romance y el sexo siempre van de la mano —prácticamente le estaba hablando a Alex, y pude notar como tragaba saliva; Sí, se puso nervioso. ¡Punto para mí! Al ver que ninguno decía nada y Alex seguía mirándome, lo invité a hablar—. ¿Qué piensa usted, señor Betanckurt? —frunzo mis labios para evitar reír cuando lo veo parpadear varias veces, como queriendo salir de un trance.

—Eh... —inspira profundo.

—No me digas que esta mujer logró poner nervioso al gran Alex Betanckurt —Erik lo interrumpe, riendo, y puedo ver como lo insulta en silencio con solo su mirada.

—Creo que hasta estar en este mismo lugar, solos los dos, puede haber romance, placer, sexo y lujuria —Fue mi turno para ponerme nervioso y no por sus palabras, sino por cómo las emitía.

—Si quieren, les dejo solos —esboza Erik.

—No creo que la señorita Rinaldi se sienta segura, quedándose a solas conmigo —Me estaba provocando? No me desafíes, Alex; no lo hagas.

—No debería usar "creer" y "seguridad" en la misma oración, señor Betanckurt; y lo más importante, no debería decir usted cómo puedo llegar a sentirme —me acerco un poco a él, ignorando que estaba Erik a un lado—. Deje que yo le diga cómo puedo sentirme —murmuro con voz ronca, casi seductora; no me podría haber salido mejor, y más al notar que sus ojos se desviaron a mi boca y se mordía el labio inferior. Noto como traga en seco y la vena de su cuello palpita de manera desmedida.

—Saben que sigo aquí, ¿verdad? —habla de nuevo Erik, interrumpiendo nuestro duelo silencioso.

Me volví a sentar en mi lugar y le sonreí a Alex con suficiencia; Era mi turno de intimidarlo, y así lo había hecho.

—Solo estaba replicando el argumento de tu amigo —me excuso con Erik, quien me miraba muy divertido por la situación; hasta podría decirse que lo disfrutaba.

—Creo que lo dejaste sin palabras —articula.

—¿Y suele quedarse fácilmente sin palabras?

—De hecho, no —me asegura.

—Puedo escucharlos —habla el audido, interviniendo nuestro diálogo.

—Interesante —murmuro, sin dar importancia a su queja por hablar de él como si no estuviera.

—Lo siento, amigo; pero como te quedaste mudo, pensé que habías perdido más de un sentido —Erik habla y se ríe sin poder evitarlo.

—Idiota.

—Volví —anuncia Sole, sentándose al lado de Erik.

—Bien, deberíamos volver al hotel —apremio, ya no quiero estar más aquí; Siento que en cualquier momento me voy a lanzar sobre Alex y dar un espectáculo en pleno lugar público.

—Todavía no —súplica ella haciendo puchero.

—Tengo hambre —mascullo, porque ya sé que se viene su rabieta.

—Podemos llevarlas a cenar —propone Erik.

—Eso no es una buena idea— interrumpe Alex. ¿Y ahora con qué iba a salir?

—¿Por qué?—quiere saber Erik con el ceño fruncido; no le gustaba nada lo descortés de su amigo, pero a los segundos de ver la media sonrisa «marca registrada» relajó su gesto.

—Porque a la señorita Rinaldi no le gusta que le paguen la comida —Erik lo mira confundido.

—El sarcasmo no le sienta bien, señor Betanckurt —entono de manera irónica.

—Ya le dije, no quiero hacerla enojar; es solo eso —réplica, el muy chistoso.

—Lo que digas —no iba a seguir ese juego; al menos, no por ahora—. De todas formas, tenemos que volver. Sole, sabes que tengo que llamar por teléfono —me dirijo a ella dándole una mirada significativa, para que comprenda de lo que hablo.

—Sí, es verdad. Podemos dejarlo para otro día —propone, hablándole a Erik y sonriendo.

—Está bien; podemos ser sus guías mientras están aquí —plantea, devolviéndole la sonrisa. Ahora éramos Alex y yo quienes sobrábamos.

—Eso sería genial —exclama casi exaltada, sonriendo de oreja a oreja.

—Buenísimo; Entonces, mañana la pasamos a buscar y las llevamos a conocer Múnich. Seremos sus guías —declara, adoptando la postura de Sole.

Con eso volvimos al auto; Fue un viaje tranquilo, en donde los que se encargaron de hablar fueron Sole y Erik, es increíble lo rápido que congeniaron. Solo espero que Sole sea consciente de que en una semana nos vamos, y la película de romance vacacional va a terminar, ya que nosotras no somos de aquí y posiblemente ellos sí. Eso supone un problema para ella, que a pesar de que muchas veces se hace la superada y la chica de travesías, es de enamorarse muy fácil.

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