Capítulo 110-Alex

—¡¿Cómo que no saben dónde está?! —grito de tal forma que mi garganta se queja.

—Señor...

—Es el deber de ustedes cuidarla; para eso les pago, ¡carajo! —seguía gritando, sentía que mi pecho se cerraba y mi cabeza empezaba a cavilar las peores cosas.

—Ella salió por atrás, creemos que se fue con el auto de la señorita Moreno —explica uno de ellos; Juro que tengo muchas ganas de saltar por encima del escritorio y molestarlo a golpes.

—¿Cómo que creen? ¿Dónde está el auto de Soledad? —grazno de nuevo, mientras buscaba con manos temblorosas por el miedo y la rabia, el número de Erik en mi celular.

—No lo sabemos, señor. Acosta y Méndez están buscando el auto de la señorita Moreno.

—Y ustedes ¿qué carajos hacen aquí todavía? Vayan a buscarla; Quiero a Lina esta noche en esta casa, o lo van a lamentar —demando apretando los dientes—. ¡Lárguense! —les grito al ver que no se movían.

—Sí, señor. Lo mantendremos informado.

—Lina desapareció, Erik, no sé qué hacer —lo atosigo apenas atiende el teléfono.

Me derrumbo en el sillón del escritorio y las lágrimas, que había estado conteniendo en presencia de los inútiles de los custodios, empezaron a recorrer mis mejillas sin poder atajarlas.

—¿Qué? —pregunta casi en un grito.

—Lina no está, mi ángel no está, no sé qué hacer, Erik —No pude aguantar el llanto, percibo un fuerte dolor en el pecho; me falta el aire, no puedo respirar—. Tengo miedo —sollozo, con una mano apretándome la boca con fuerza.

—Tranquilo, amigo. Dime qué pasó —Trata de que hable, pero me es imposible; el llanto no para, y la rabia, el miedo, el dolor, la impotencia, muchos sentimientos encontrados, están matándome por dentro—. Alex, por favor, trata de calmarte; Así no puedo ayudarte.

—Se escapó de los custodios, parece que se fue por la parte de atrás del resto y tomó el auto de Sole —Tomo aire profunda y sonoramente, para recomponerme un poco—. Ahora están buscando el auto, ya ella... ¿Y si él la tiene? —Comienzo a llorar de nuevo, tan solo pensar en eso me mata en vida, no puedo soportarlo.

—Alex, amigo, por favor, no pienses eso, vamos a encontrarla; seguro es uno de esos arranques de soledad que le suelen agarrar —Si ese era su modo de tranquilizarme, no estaba funcionando—. Gaby y Sole me han dicho que suele hacer eso, que suele irse cuando necesita pensar, o cuando no se siente bien; seguro es eso... —No lo dejo que siga con esa pantomima.

—Ella nunca hizo eso estando conmigo, desapareció nunca...

—Quizás ahora sí necesitaba desaparecer; vas a ver que en un par de horas aparece —Él me da ánimos, pero yo no lo recibo como debería—. Hagamos una cosa, en unos minutos estoy en tu casa y hablamos bien; en el trayecto voy a llamar a Ian ya Gaby, ellos son policías y van a encontrarla antes que los custodios. ¿Está bien? —Solo me quedo en silencio—. Voy para allá; toma una copa, tranquilízate, y cuando llegue con los demás, vemos cómo proseguir, ¿ok?

Quiero creer que todo lo que me dice es verdad, pero muy en el fondo sé que no es así; Lo siento, ella está en peligro, y yo no puedo hacer nada. Otra vez no sé qué hacer, otra vez estoy estático sin saber qué hacer, como aquella vez que me dijo en el aeropuerto de Alemania que por qué yo no iba con ella. De nuevo esta sensación de vértigo y asfixia.

—Ok —contesto, con un hilo de voz apenas audible.

—Ok, ya estoy saliendo, nos vemos en quince minutos —Sin más cuelga.

Quedo unos minutos con el teléfono apoyado en mi oreja, perdido en la angustia. ¿Qué voy a hacer sin Lina? No podría estar sin ella, me hizo ver la vida de otra manera, ya no podría seguir sin su presencia.

—Por favor, Dios, sé que no soy santo de tu devoción, pero por favor no me la quites; Que no le hagan daño, que vuelva a mí. Tráemela de nuevo, por favor —rezo, y quiebro de nuevo en llanto—. Por favor, que no le pase nada, que Erik tenga razón, que entre por esa puerta —Tengo que hacer algo, no me puedo quedar de brazos cruzados, no cuando ella está en peligro. En ese momento se abre la puerta y levanto la vista de golpe—. ¿Ángel? —digo esperanzado.

-Alex.

La vocecita somnolienta de Aye me trae de nuevo a la realidad, ella también depende de Lina, al igual que yo. ¿Cómo hago para enfrentarme a esta niña así? Aye me necesita, tengo que ser fuerte por ella. Me recompongo, limpio mis lágrimas, refriego mi cara con las manos rápidamente para despojar rastros del llanto y me dispongo a forzar una sonrisa; Esta niña no puede verme mal.

—Princesa. ¿Qué haces despierta? —le pregunto, mientras me acerco a ella.

—Escuché gritos. ¿Pasa algo malo? —curiosa, apretándose las manitas.

—No, mi vida, no pasa nada.

—¿Y por qué gritabas? —Me acuclillo delante de ella y le acomodo el pelo detrás de su orejita.

—Cosas del trabajo, cosas que salieron mal, nada importante —miento; No me gusta mentirle, pero en este momento es lo único que puedo hacer para que no esté mal, hasta que sepa con exactitud qué pasa con Lina.

—¿Y mi mami?

En cuanto termina de formular la pregunta, cierra los ojos con fuerza, deseando que esto fuese un sueño, un mal sueño. ¿Por qué tenía que hacer esa pregunta?

—Mami está con Sole, llegara más tarde, ¿sí? —sigo mintiendo, dejándome un sabor ácido en la boca y el estómago revuelto.

—¿Por qué no me avisó? —Es la viva imagen de la madre, curiosa y llenas de preguntas que no teme hacer.

—Porque llegó tarde y ya estabas dormida, no quería despertarte. Ahora vamos a la cama —La palmeo, instándola a caminar—. Vamos a dormir, ¿sí?

Me decidí por alzarla y llevarla en brazos, aunque estoy temblando un poco por todo esto, solo espero que mi pequeña observadora no lo note.

—¿Estás triste por mi mami? —cuestiona, justo cuando estoy subiendo las escaleras, haciendo que me tambalee, pero logro estabilizarme y no caer escalinatas abajo.

—¿Qué? —No pude decir otra cosa más que eso, era imposible que ella supiera lo que estaba pasando con la madre.

—¿Estás triste porque mi mamá no quiere casarse? —Mis pulmones volvieron a la vida; A pesar de lo malo de la situación, esto es un alivio, no se refería a la desaparición de Lina.

— ¿De dónde sacó eso usted, señorita?

—Escuché cuando hablaba con mi tía Sole. Mi tía la estaba retando —cuenta como si fuese un secreto.

—Ah, ¿sí? —canturreo sonriendo.

—Sí —asiente—. Mi tía estaba enojada, y te defendió —segura. Que cuidado hay que tener con esta niña.

—Bueno, entonces le voy a deber un regalo a tu tía Sole —declaro una vez que la dejo en la cama.

—A nosotras nos gusta el helado —demanda, incluyéndose en el regalo; Eso hizo que ría de verdad.

—Helado será —prometo, haciéndole cosquillas en el cuello con mi barba de dos días. No paraba de reír, y ese sonido me llenó el alma y me removió el corazón. Que no falte Lina, por favor.

—No, para —grita entre risas.

—Bien, a dormir —le ordeno con suavidad; le acomodo las sábanas y le doy un beso en la mejilla. La miro por un segundo, y vuelvo a rezar en silencio para que a Lina no le pase nada malo—. Cierra los ojos —le digo, bajando sus párpados delicadamente con mis dedos para que los dejara cerrados.

—Hasta mañana —murmura con una sonrisa. Ajena a todo lo malo, ajena a todos los problemas, ajena a la tristeza; Sin duda, Lina hizo un gran trabajo con ella para que no supiese lo que es la amargura. No sé si es bueno o malo, pero parece estar bien eso, al menos por ahora.

—Hasta mañana —respondo, el beso de nuevo y me dispongo a levantar, llego a la puerta y, cuando estoy por salir, ella habla otra vez.

-Alex.

-¿Si? 

—No estés triste; mi mami se va a casar contigo, y además quiero un hermanito.

Doy gracias que la luz de la habitación está apagada, así ella no vería mis lágrimas caer sin previo aviso. Trago un nudo en mi garganta, y trato de hablar con la voz lo más estable que puedo.

—Vas a ser una hermosa y buena hermana —hablo conteniendo el torrente dentro de mí.

—Y tú eres un hermoso y buen papá —entona, moviendo las manos.

— ¿No querrás decir que será un buen padre? —pregunto confundido.

—Nop —responde y se tapa la cara con las manos; luego las saca y me mira con una gran sonrisa—. ¿Podrías ser mi papá? —Dios, esta niña va a dejarme seco; parezco un puto marica con el reguero de lágrimas que me provoca con todo lo que dice—. Yo quiero que seas mi papá. ¿Quieres ser mi papá? —habla rápido y nervioso.

Inhalo profundo, contengo todas las sensaciones dentro de mí, y vuelvo a caminar hacia la cama.

—De verdad ¿quieres que sea tu papá? —pregunto y me siento a su lado, haciendo mucha fuerza para ocultar lo que me genera esta situación, y más en este momento.

—Sí, quiero que seas mi papá. Eres bueno, lindo, siempre estás con nosotras, y la quieres a mi mamá.

—Y a ti también te quiero, pequeña demonia —le hago saber, tocándole la punta de la nariz con mi dedo índice.

—Yo también te quiero... Además, eres lo más cercano a un papá que tengo; Tengo a mi Abu, pero es mi Abu, no es lo mismo —Trago en seco, sin saber qué poder decir, es una confesión que, con sinceridad, no me esperaba. Ella me mira por un segundo y luego habla —. ¿Quieres ser mi papá, o no? —vuelve a preguntar, ya que no le respondí, y tiene razón.

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