Estoy sonámbula, hoy tuve que levantarme más temprano porque Alex viaja; No es bueno para mi cabeza, va a estallar. Lo dejo en el aeropuerto, aunque él no quería que lo hiciera, lo ignoré, por supuesto, y lo llevé; Luego dejé a Aye en la escuela, para después seguir rumbo al trabajo. Esta vez no puse música, tengo algo de jaqueca y no quiero que me agarre del todo; Espero que hoy sea un día tranquilo. Al menos, que los señores de traje sean más condescendientes.
Al llegar al descanso, el aroma a café me hace relajar en un instante; la música hoy es de total tranquilidad, Tony eligió a Ed Sheeran y no viene mal, necesito esa serenidad.
—Buen día —saludo sin poder fingir mis "no" ganas.
—Buen día — saludan a coro.
—Creo que tuvimos una mala noche —habla Sole, con su estúpida sonrisa en la cara.
Ojalá pase pronto el «efecto casamiento».
—No tuve una noche mala; más bien, fue corta —Le guiño un ojo.
—Sí, las noches son muy cortas últimamente —acota Tony.
—Mejor me voy a la oficina —No espero repuesta, salgo de ahí antes que Tony comience con sus relaciones de guerra homosexuales.
Entro y me desplomo en el sofá; Cierro los ojos un momento, pero la sien ya me palpita, así que me levanto y me tomo una píldora, y vuelvo a desplomarme en el sofá.
—¡Mierda! —mascullo al ver que me quedó dormida otra vez. Miro el reloj, ya va a ser mediodía. Salgo de la oficina y me acerco al mostrador, donde están Tony y Sofi—. ¿Qué carajos haces, boricua? —pregunto al verlo pelear con la máquina de café.
—Cafetera 2, Tony 0 —dice Sofi riendo.
—Esta m****a que no la entiendo, no me da tregua —contesta.
—Ay, Tony, es una estupidez manejarla —le digo, riendo por su irritación.
—Para ti es fácil, para mí es una reverenda cagada —No puedo evitar reír.
—Tranquilo, boricua, déjame a mí —le dice Sofi.
Agarro el mando del reproductor de música, pongo Muse, y empiezo a cantarle a Tony para que se calme un poco.
—Sintiéndome bien —dice, agarrándome para bailar—. Amo esta canción.
—Ay, Dios, parece que están teniendo sexo —suelta Sofi riendo.
—Esta melodía es para eso —canturrea. De pronto se queda quieto, mirando a la puerta—. Mira esos hombretones, Lina.
Yo lo hago y no veo ningún hombretón; Solo hay dos hombres que están hablando y se disponen a entrar, pero no son lindos, ni de cerca. Es un rubio y un morocho.
—¿A dónde? —pregunto, porque no creo que sean esos dos.
—Los que están por entrar—responde. Y sí, son ellos dos.
—Tony, deja de medicarte solo —Los vuelvo a mirar y el rubio sonríe por algo que le dijo su amigo—. Por Dios, si son feos, muy feos; mira, el rubio tiene dientes de caballo —digo, ganando una carcajada de Sofi.
—Lina, no seas así, que hasta los feos tienen derecho a coger —contesta él y Sofi no para de reír.
—Buen día. ¿En qué les puedo servir? —pregunta a los recién llegados, con doble intención, claro está.
—Buen día —saludan ellos—; Dos americanos, por favor.
A todo esto, Sofi que no para de reír.
—Discúlpenla; es nueva y está nerviosa, por eso se ríe tanto —le digo a los chicos; ellos sonríen y el rubio muestra su dentadura en su totalidad. Aparte de tener dientes de caballo, tiene hasta la montura.
Parece que Sofi también se percató de los dientes ya que está a punto de colapsar de tanto reír; Tengo miedo que el fin de semana muera de angustia.
—Gracias —dicen los chicos en cuanto el boricua les alcanza los americanos.
—De nada, hermosos —les responden, guiñándole un ojos. Ellos sonríen y se van medios desconcertados—. Para Sofi, te vas a mear encima —exclama, mirándola reír.
—Tony, hoy le levantaste el ánimo a esos chicos —rompo en risas.
—Basta, Lina, que a Sofi le va a dar algo si sigue riendo así —me reprende.
—Sofi, voy a tener que llamar a emergencias —En eso se queda muda y estática, y ahí me asusté— ¿Y ahora qué le pasó?, esta chica da miedo.
—Eso le pasó —me contesta el boricua, señalando hacia la puerta por donde entraban Gaby e Ian.
—Ya veo —murmuro.
—Buenas —saludan ellos.
—Hola, Poseidón y Shiloh —saluda Tony, haciendo que Sofi vuelva a la vida de la mejor manera: riendo.
—¿Shiloh? —pregunta Gaby confundida. Sabía bien que lo de Poseidón no era para él.
—Sí, es el actor que hace de Peter en la película de Caperucita —explica.
Ellos miran a Sofi, que está tentadísima.
— ¿Qué le pasó? —cuestiona el morocho, mirándola.
—Tiene el virus T; Empieza así, primero se muere de risa, y después se convierte en zombi —bromea el boricua.
— ¿Qué hacen aquí? —les pregunto.
—Vinimos a almorzar —dice Gaby, viendo divertida a Sofi—. Ya tienes que estar por llegar Erik.
—Nos invitó Sole, dijo que tenía algo que contarnos —habla Ian.
—Me imagino —Miro el reloj y ya tengo que irme—. Voy a buscar a Aye —anuncio—. Tony, avísale a Sole por favor.
—Sí, jefa —Ruedo los ojos, odio que me llame así.
—Te acompaña —me dice Gaby.
Me sigue, pero veo que Ian no lo hace; me giro y lo veo con la mirada fija en Sofi, y ella en él.
—Ian —lo llamo, él se da vuelta asombrado—, vamos —le ordeno cuando veo que tengo su atención. Él viene refunfuñando.
—Vamos, niño, si te portas bien te compro un helado —bromea Gaby.
—Idiota —masculla Ian.
En el auto lo miro por el retrovisor, miro el camino y lo miro a él de nuevo; Así estuve un rato, hasta que decidí hablar.
—No le hagas daño.
—No lo voy a hacer, Lina —Sabe de qué hablo, ni tiende a hacerse el tonto, pero lo sigo mirando—. Ni siquiera es mi tipo, no la veo de esa manera; puedes estar tranquila, que no me pasa nada con ella —Ahora está a la defensiva.
—Eso espero.
—Bien.
—Bien —repito. Gaby se ríe y luego habla.
—No se te escapa una, Lina —Sigue riendo, ganándose un coscorrón en la cabeza de parte de Ian.