Llegamos a la escuela y Gaby es el primero en bajar del auto, sale corriendo para alzar a Aye; Yo ni me gasto en bajar, ya que no va a soltar a su lindo tío para abrazarme a mí. Le hace señas a Ian para que pase adelante y él sube atrás con mi hija.
—Hola, mami —saluda, trepándose en el asiento y dándome un beso en la mejilla.
—¿Cómo estás, princesa?
—Bien. Hola, Ian, ¿preparado para perder a los jueguitos? —le pregunta, frotándose las manos.
—Hija tuya, ¿verdad? —apostilla él, mirándome. Se da la vuelta y queda de frente a Aye—. Hoy pienso ganarte, ratonsuela —le dice sonriendo.
—Eso lo veremos, grandulón —le responde mí hija, provocando una risa colectiva.
Enciendo el auto y vamos rumbo al resto, donde me espera escuchar por enésima vez la propuesta de Erik.
Ya hace una semana que Alex está lejos, y siento su ausencia. No me gusta depender mucho de la presencia de un hombre, pero él rebasó mi sentido de orientación. Por eso decidió llamarlo.
— ¿Cómo estás? —pregunta del otro lado de