ARIA
El amanecer se filtraba en la habitación con un resplandor dorado y suave. Estaba en la mansión de los Malishev, en la habitación de Nikolai.
Lo primero que sentí fue su calor.
Su brazo pesado sobre mi cintura, su respiración pausada y profunda contra mi cuello. No solía verlo dormir.
Casi siempre era yo quien despertaba con su mirada fija en mí. Pero esta vez, era diferente.
Me quedé inmóvil unos segundos, escuchando el compás de su respiración. Me giré con cuidado, queriendo verlo.
Nikolai dormía como si el mundo no pudiera tocarlo.
Su ceño, siempre fruncido, estaba relajado. Sus pestañas largas rozaban sus pómulos, su mandíbula firme se suavizaba con el sueño.
Me mordí el labio, recorriendo su rostro con la mirada, como si pudiera memorizarlo solo con verla.
Quería tocarlo.
Mi mano se deslizó con cuidado sobre la línea de su mandíbula. Era fuerte, con una sombra de barba apenas perceptible.
Con la yema de los dedos seguí el puente de su nariz, la curva de sus labio