Capítulo 48.- Sala de juntas.
El eco de los tacones de Blair resonaba con precisión sobre el mármol del piso, cada paso firme, calculado, como quien avanza hacia una batalla ineludible. La empresa aún olía a humo, a documentos recién impresos y a la ansiedad de los empleados que evitaban cruzarse con ella en los pasillos. Sabían que algo iba a suceder. Todos lo sentían, porque la tensión era tan densa que podía cortarse con una navaja.
La sala de juntas estaba en el último piso. Una puerta de vidrio templado la separaba del corredor, y más allá se extendía la larga mesa de caoba rodeada de sillas de respaldo alto, un espacio diseñado para imponer respeto, para encerrar voces y convertirlas en decretos. Allí la esperaba Roldán.
Cuando Blair empujó la puerta, lo encontró sentado en la cabecera, la luz del ventanal detrás de él proyectando su silueta como la de un juez implacable. No se levantó para recibirla, tampoco esbozó cortesía. Simplemente alzó la mirada y dejó que una media sonrisa se dibujara en su rostro.
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