Blair no había dormido más de cuatro horas. Se había pasado la noche en vela, con el recuerdo del incendio reviviendo en su mente en un ciclo implacable. El olor a humo, la adrenalina que todavía corría por su sangre, los rostros de las personas que había rescatado... y, por encima de todo, el recuerdo de esos ojos grises que la habían desarmado en su propia oficina. Un par de ojos que la habían visto de una manera que nadie lo había hecho antes, una mirada que la había analizado, medido y, de alguna forma, reconocido.Sacudió la cabeza con fuerza mientras se ponía la chaqueta de su uniforme, limpia de cualquier rastro de hollín. No podía permitirse pensar en Cyrus Cross. Era un magnate arrogante, un depredador de traje y corbata, acostumbrado a dominar a todos con dinero y poder. Su mundo era de cristal y acero, de cifras y balances. El de ella era de fuego y agua, de rescates y vidas salvadas. Los dos eran opuestos, y ella no tenía ninguna intención de que se cruzaran.En la estació
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