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Capítulo 4: No pierdes nada con intentarlo

Al llegar a casa, voy directo al baño a darme una larga ducha. Necesito que el agua hirviendo se lleve la resaca, la tensión y el recuerdo de la queja de la señora de las avellanas.

Mi día no había sido del todo bueno. Tuve un problema con mi jefe, George, minutos antes de irme de la heladería por el maldito niño que no se dio cuenta de que el helado de Nutella traía trozos de avellana. Al parecer, la mamá habló con él para quejarse de mi "actitud poco servicial" sin importar que, al final, sí le di una solución. George, por supuesto, estuvo de lado del cliente. La frustración me carcome.

Cuando termino mi tiempo de relajo, envuelta en una toalla que huele a cloro y suavizante, voy hacia mi habitación. Me pongo mi pijama; un pantalón de tela delgada ideal para el calor y una polera de tiritas. Me tiro sobre mi cama y prendo la televisión, decidiendo que la música de YouTube es la única terapia que necesito. Pongo Thank You de Dido, una canción que me devuelve a una época más simple, y tomo mi celular.

Busco mi I*******m, la red social donde solo tengo sesenta y cuatro seguidores.

Soy famosa, lo sé. La ironía es mi único consuelo.

Me siento de golpe en la cama al recordar la mayor barbaridad que había escuchado en mi vida y busco Marcello Greco en la aplicación. El CEO de Greco Lab International, el hombre que quiere comprar a una madre falsa, cuenta con 4.6 millones de seguidores. Tenía solo seis fotos y seguía a treinta personas. El perfil gritaba exclusividad y reserva.

Ladeo levemente mi cabeza al ver sus publicaciones. La mayoría eran imágenes perfectas de sus hoteles de lujo y solo en una aparecía él, en lo que parecía ser una conferencia de negocios.

—Este hombre es guapo, eso he de admitir —murmuro, sin poder evitarlo.

Le hago zoom a la foto donde aparece con un traje negro impecable y alzo mis cejas. Tenía el cabello castaño claro, bien peinado, y los ojos de un verde penetrante. Y aunque ya lo había visto muchas veces en la televisión y en el internet, la verdad es que nunca le había prestado demasiada atención a su apariencia física. Ahora, bajo el filtro del deseo económico, su belleza se vuelve una distracción.

Dejo el celular a un lado y dirijo mi mirada hacia el techo, sintiendo cómo el sueño se esfuma ante la realidad.

—¿Cómo sería mi vida con treinta mil dólares mensuales?

¡Mierda, sería por fin una mujer exitosa! Podría pagarle el alquiler a mi madre, tal vez convencerla de que deje el estresante trabajo del supermercado.

Pero la otra cara de la moneda se impone.

—Hacerse pasar por una madre que dejó abandonado a sus mellizos no debe ser nada fácil, menos si ni madre soy.

La duda me asalta con fuerza. ¿Cómo podría ser yo una buena "madre falsa"? Soy demasiado inmadura. Me gustan los videojuegos. No tengo estudios universitarios ni sé qué hacer con mi vida además de servir helado. Discuto con las personas cuando dicen que Arctic Monkeys hace música basura y soy fanática de las golosinas y de la comida chatarra.

No me imagino a alguien como yo haciéndose cargo de dos niños, mellizos de doce años, que ya tienen la edad suficiente para notar con mayor facilidad las incongruencias.

—Creo que se darían cuenta demasiado fácil que no soy su madre.

Además, se me haría feo mentirles a unos niños. ¿Se imaginan la carita de decepción al saber que todo fue una mentira y que su madre en realidad no ha vuelto? No entiendo cómo Marcello planea llevar a cabo su plan. Es demasiado difícil que sea algo totalmente creíble, que no haya errores en la historia que inventará y que la mujer a la que contrate sea una buena actriz.

A menos que, claro, sea realmente actriz.

Aunque pensándolo bien, también debe ser un “trabajo” emocionante. Tener que hacerte pasar por la ex de un multimillonario no es nada común. Pero lo más impresionante ahí es el dinero que se ganaría al mes; treinta mil dólares.

¿Entienden lo que es eso comparándolo con el pobre sueldo que recibo yo? Imagino lo que haría con ese dinero y me dan ganas de gritar. Podría ir a vivirme sola, ahorrar, hacer un negocio...

—Lo que pagaría yo porque me eligiera... —susurro para mí misma antes de bufar, sintiendo la derrota—. Pero no puedo cuidarme ni a mí misma y voy a cuidar a mellizos de doce años —pongo los ojos en blanco antes de tomar el control de la televisión para cambiar la canción.

No sacas nada con intentar postular... Muevo mi cabeza de un lado a otro, intentando esfumar mis pensamientos.

—No puedo caer tan bajo —me regaño—. Está bien que tenga veinticuatro años y que no sepa qué hacer con mi vida, pero no por eso voy a hacerme pasar por la madre de los hijos del CEO. Es de locos.

(...)

La televisión sigue encendida, pero no presto atención a la música. Estoy enfrascada en esta batalla interna cuando, un golpe en la puerta interrumpe el debate. Es Chloe, ya cambiada, con su computadora en mano.

—Ya tengo el formulario y el correo para que mandes los datos necesarios —dice, entrando a mi habitación y sentándose en mi cama. Sin pedir permiso, deja su computadora portátil sobre mis piernas.

—No puedo creer que vaya a hacer esto. Es una estupidez, pero... —Mi voz se apaga. Abro el formulario para rellenarlo, la tentación es demasiado grande—. ¿Crees que un magnate contrate como madre a una chica de veinticuatro años, sin estudios universitarios y que trabaja en una heladería?

—Ten fe. Si logras que así sea, me tienes que invitar a un restaurante caro por haberme esforzado en contarte el mejor chisme de tu vida.

—Ya, voy a empezar a rellenar esto —inhalo con profundidad, sintiendo la adrenalina en mi estómago.

NOMBRE COMPLETO: Arabella Jane Williams Tatum FECHA DE NACIMIENTO: 03-07-1998 NÚMERO DE SERIE ID: 9782587297 NÚMERO TELEFÓNICO: 8893678 REDES SOCIALES: Arabella.jane (I*******m), Arabella Williams (F******k) CORREO: arabellajanew@yooh.com INFORMACIÓN PERSONAL: Soltera de 24 años, sin hijos, abandonada por mi padre y viviendo con mi madre. Completé el high school, no tengo estudios universitarios, trabajo en una heladería desde hace dos años y no cuento con antecedentes. Me relaciono bien con los niños, me gusta jugar videojuegos y soy fan de las golosinas y la comida chatarra. Me va bien en Lenguaje y sé un poco de español.

—Dios, Arabella —Chloe ríe a carcajadas, inclinándose para leer la pantalla—. Dudo mucho que así te contrate, ¡solo estás dando a entender que, en vez de contratar a una madre falsa, va a contratar a otra hija! Y no creo que él quiera eso.

—Pero es que tampoco quiero mentir —me defiendo, sintiendo un leve sonrojo—. ¿Qué más puedo decir? No tengo nada importante que contar, tú sabes que mi vida es muy aburrida. Soy honesta.

—No sé, algo que dé a entender que serás una buena madre falsa o al menos que aparentas madurez.

—Ya dije que me llevo bien con los niños —me encojo de hombros, intentando aferrarme a lo único positivo.

Chloe se golpea la frente con la palma de la mano, exasperada. Yo alzo mis cejas.

—¿Qué?

—Eso no es suficiente, Arabella —me dice, la risa desapareciendo de sus ojos—. ¿De qué le sirve a él saber que te gustan las golosinas?

—¿Qué estoy haciendo? Ya me arrepentí. Voy a borrar todo.

Antes de que pueda llevar mi mano al mouse y borrar la absurda descripción de mi vida, Chloe me quita el computador y aprieta el botón de “enviar formulario. El sonido de confirmación es final, un punto de no retorno.

Me quedo boquiabierta, mirándola.

—¡Chloe!

—No pierdes nada con intentarlo —sentencia ella, con una sonrisa triunfal. — Y ahora a esperar la llamada de Marcello Greco.

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