Maelik soltó una risa corta, seca, que apenas disimulaba la chispa que acababa de prenderse en su interior. Ese beta insolente había tenido los cojones de mirarlo a la cara y pedirle que borrara una noche que él recordaba con cada fibra de su cuerpo. No sabe porqué demonios un beta a movido tanto en su interior en solo una maldita noche. Pero es el jefe no puede someter a un empleado o aprovecharse de el si no tiene la autorización por escrito.
—Ven conmigo. —Ordenó sin esperar respuesta.
Raven tragó saliva y lo siguió, con la tablet aún en la mano, hasta la oficina privada del Alfa. Caminamos por un pasillo unos minutos, Raven temblaba, pero no podía verse debil.
La puerta se cerró detrás de ellos con un suave clic, aislándolos del resto del mundo.
Maelik dejó la copa de whisky sobre el escritorio y se acercó lentamente, sus pasos seguros, el aire impregnado de poder.
—¿Así que quieres que finja que nunca pasó? —su voz era baja, peligrosa, pero con un matiz cargado de picardía—. Qué