Lionel regresó al despacho de Maelik como si nada, silbando bajito y dejándose caer en uno de los sillones frente al escritorio.
—Así que ya conocí a mi cuñado… —soltó de golpe, con esa sonrisa de zorro que lo caracterizaba.
Maelik levantó la vista de los papeles, apretando la mandíbula.
—No le digas así. —le advirtió con voz seca.
—¿Por qué no? —Lionel se encogió de hombros, como quien habla del clima—. Es simpático, inteligente, tiene carácter… y los pillé en una posición medio embarazosa. Además tus relaciones se han ido a la mierda. No duras ni tres meses con una fémina. Y ahora tienes interés en un beta.
Maelik golpeó la pluma contra la mesa, visiblemente irritado.
—No quiero asustarlo. Así que no digas ese tipo de cosas.
Lionel se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, con la mirada llena de malicia.
—Dime la verdad, ¿ya se acostaron?
—No es asunto tuyo.
—¿Le regalaste flores? —preguntó enseguida, arqueando una ceja.
—No.
—No...tiene mucho temperamento, no c