Capítulo 180. Quiero que la dejen en libertad
En ese momento, Mariana lo miró, mientras le decía:
—No pensé que fueses tan malo.
Luego recordó que, desde que había regresado, no había visto a los empleados que estaban cuando ella vivía allí. La única que permanecía era doña Blanca.
Felipe le respondió, con absoluta calma:
—Como pensé que una de las sirvientas estaba detrás del secuestro, las despedí a todas. Ya que no pude dar con el autor, así que preferí no correr riesgos.
Ella frunció el ceño y preguntó:
—¿Y te aseguraste de que todas ya estuvieran trabajando en otro lugar, verdad?
Felipe, que sinceramente nunca se había preocupado demasiado por los demás, le contestó sin darle mucha importancia:
—La verdad, no me he interesado en ese asunto tan pequeño.
Luego, como si apenas lo recordara, añadió:
—La única de la que sé algo es de una sirvienta llamada Aurora.
Mariana de inmediato le preguntó:
—¿Y dónde está ella ahora?
A lo que él le respondió:
—En la cárcel, pagando por lo que te hizo.
Mariana, que ya había dejado ese tema a