Dorian esbozó una leve sonrisa antes de asentir con determinación.
—Entonces, a partir de ahora, soy tu aliado —declaró, luego ladeó ligeramente el rostro, con una sombra de satisfacción en su expresión—. Sabía que aceptarías —agregó, con un dejo de autosuficiencia—. De hecho, ya tenía todo preparado. ¿Qué te parece si comenzamos hoy mismo?
—¿Hoy mismo? ¿Empezar qué? —preguntó ella, confundida.
—Tu entrenamiento —aclaró él—. Es hora de que aprendas a manifestar a tu loba interior.
Somali parpadeó varias veces. Su postura, que hasta hace un instante había sido relajada, se tensó levemente por la emoción creciente en su interior.
—¿De verdad? —soltó ella, a lo que Dorian asintió con firmeza.
—Por supuesto.
La sorpresa inicial dio paso a un entusiasmo evidente.
—Sí, claro que quiero empezar hoy mismo —afirmó Somali sin dudar, con los ojos brillando por la expectativa.
Él la observó en silencio durante unos instantes, con su expresión permaneciendo inescrutable. Somali, sentada en el suel