C149: Soy un padre.
El tiempo, como un sanador silencioso, fue dejando atrás los días más oscuros que envolvieron el nacimiento de Iván. En los primeros momentos, todo era fragilidad. Somali, con el cuerpo aún debilitado, despertaba con frecuencia durante las noches, no por dolor físico, sino por ese miedo persistente que le había dejado la pesadilla de perder a su hijo. Aquel niño, tan pequeño, tan silencioso al llegar al mundo, era ahora una presencia constante en su corazón, una extensión viva de su alma.
Iván fue colocado en una incubadora especial, traída del mundo humano por Dorian y otros miembros de la manada. Fue un acto que había requerido riesgos, sigilo y sacrificios, pero había valido la pena. Los primeros días, el niño respiraba con dificultad. Se alimentaba con ayuda, y sus movimientos eran apenas perceptibles. Zeira, junto a sus asistentes, lo vigilaba noche y día. Cada leve mejora era celebrada en silencio, con corazones cautelosos, pero esperanzados.
Somali, por su parte, tuvo un camino