Somali sintió un leve nudo en el estómago.
—Allí yo hablaba sola —expuso.
—Tal vez —admitió Dorian—. Pero eso no significa que no te escuchara. En aquel entonces, no podía responderte. No podía darte una palabra de consuelo ni hacer un comentario sobre lo que me contabas. Pero ahora, escucharte preguntar sobre mí, sobre mi Clan, sobre mi propósito… Eso es algo que no daba por sentado.
Somali bajó la mirada, sin saber qué decir.
Dorian, sin embargo, no había terminado.
—Dijiste que la Somali que conocí en el laboratorio ya no existe —añadió—. Que fue destruida. Pero yo sabía que no era cierto. Y ahora lo veo más claro que nunca.
Ella levantó la vista, encontrándose con la intensidad de su mirada.
—En estos días —continuó él—, estuve con esa misma Somali. Solo que tú no te diste cuenta.
Somali lo observó en silencio. No quería darle la razón a Dorian, pero tampoco podía negarlo. Sin darse cuenta, había hablado con él más de lo que hubiera imaginado, compartiendo pensamientos, formulando