C108: Esto no ha terminado.

La celda no tenía puerta visible, ni cerrojos. Era un cuarto sumergido en piedra viva, húmeda, con paredes tan lisas y oscuras que confundían el límite entre lo real y lo alucinatorio. Cuando Ronan fue empujado hacia ese abismo, sus pies descalzos tocaron un suelo frío como la muerte misma.

La celda de las sombras no recibía luz ni sonido alguno del mundo exterior. No había faroles, ni grietas, ni el más mínimo eco. Todo lo que existía era la oscuridad y la conciencia punzante de uno mismo. En ese sitio, hasta los pensamientos retumbaban, como si su culpa hubiera adquirido una voz tangible.

Durante los primeros minutos, Ronan intentó ubicarse, tantear las paredes, calcular el espacio. Pero el silencio absoluto desfiguraba el tiempo. No podía saber si había pasado una hora o un día.

A lo lejos, aunque no con los oídos, empezó a percibir presencias que no necesitaban cuerpo: eran entidades ancestrales, invocadas por la sacerdotisa, que solo sabían observar. Ellas no intervenían, no habl
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