El reflejo de Mariana en el espejo le devolvió una mirada que apenas reconocía. Sus ojos, antes vivaces, ahora parecían apagados, como si la luz interior que siempre la había caracterizado se estuviera extinguiendo lentamente. Se aplicó un poco más de rubor, intentando disimular la palidez que se había instalado en su rostro durante las últimas semanas.
Llevaba puesto un vestido negro que Alejandro había elegido para ella —"apropiado para la ocasión", había dicho con aquella voz neutra que últimamente usaba para dirigirse a ella—. La cena de esta noche era con los accionistas principales de la empresa, personas influyentes que necesitaban ver en ellos la imagen perfecta de un matrimonio sólido.
Un matrimonio que se desmoronaba por dentro.
Mariana cerró el estuche de maquillaje con más fuerza de la necesaria. Tres noches atrás, algo había cambiado entre ellos. Habían estado revisando documentos en el despacho de Alejandro hasta tarde. El cansancio, la proximidad, quizás el vino que hab