Agustino esbozó una sonrisa apenas perceptible ante la oportunidad que se le presentaba: la supuesta amnesia de quien él creía que era Celia no era un detalle que pensaba dejar pasar. Estaba convencido de que ella restablecería todas las conexiones y contratos necesarios para devolver su empresa a la cumbre del éxito.
—Fue mucho dinero Celia, pero no me importó, tu vida es prioridad, ya arreglaremos la empresa —contestó sin decir que el dinero no había salido de él, sino de la organización de su madre. Se propuso hacerla sentir como su hija predilecta, aunque en realidad la despreciaba. Esta era su oportunidad de oro para que ella le entregara los famosos rubíes que su madre había escondido, y que solo Celia podría revelar al casarse. No había invertido años en criarla en vano; a pesar de haber sido desheredado por su madre, Agustino estaba decid