Esperaba ansioso la vuelta de Nectáreo después de dejar a Celia, consciente de que necesitaba actuar con suma cautela si quería descubrir el secreto que guardaba. Él tenía conocimiento de algo, y su comportamiento anterior lo delataba. Lo observé regresar y dirigirse directamente al bar, donde se sirvió un trago que se tomó de un solo sorbo. Volvió a llenar su vaso y, al ofrecerme uno, acepté sin dudarlo. Se acercó y tomó asiento junto a mí, sacudiendo la cabeza en una clara señal de desconcierto.
Opté por guardar silencio, dando tiempo a mi trago y a Nectáreo para que se decidiera a hablar.—No lo entiendo, simplemente no puedo entenderlo —murmuró, rellenando su vaso una vez más—. Dinora jamás habría abandonado a su hija, y mucho menos la habría dejado en manos de esa gente.—¿A qu&eacu