Livia, con su desconfianza aún brillando en sus ojos, pareció vacilar ante mi seguridad fingida. Con un bufido, se dio la vuelta y se alejó, dejándome sola con Nectáreo en la bodega. La dinámica social de este lugar era ajena a mí; en mi vida anterior, las posiciones de autoridad y control me habían mantenido alejada de las envidias y luchas cotidianas que ahora parecían tejerse a mi alrededor.
—No dejes que te amedrente, ella quiere algo más de mí que no me interesa ofrecerle, para mí solo existió Dinora —me explicó sin saber por qué lo hacía.—¿Qué haces aquí? —inquirí, con una familiaridad que había crecido entre nosotros. Había algo en su actitud que me alertaba. Nuestros ojos se encontraron y pude ver la hesitación danzando en los suyos.—Todo el mundo sabe que ha