Las señales estaban allí, y me había negado a verlas. Roger siempre complaciente con Celeste, atento a sus caprichos, justificando sus regalos y atenciones con la excusa de que era la "hermanita menor". Y yo, creyéndome especial, no era más que la espectadora ingenua de su romance perverso.
Cada vez que cierro los ojos, las imágenes se proyectan como una película cruel: los guiños cómplices en las cenas familiares, los susurros que compartían frente a mí, que era ajena a su mundo secreto, las desapariciones simultáneas que ahora cobran un nuevo significado. La verdad es un ácido que corroe mi ser. Debieron ser ellos dos, enredados en su pasión prohibida, quienes mancharon mi refugio antes incluso de que yo pudiera llamarlo hogar. Roger había insistido en esperar hasta la boda para consumar nuestra relación, una farsa piadosa para ocultar que ya saciaba sus deseos con Celeste. Pero la pregunta que me atormenta es: ¿por qué? Si su amor era tan ardiente, ¿por qué no se unieron ellos en lugar de arrastrarme a mí a este teatro de sombras? ¿Acaso era el dinero, la posición social o algún retorcido juego de poder lo que los motivaba? ¿Era yo simplemente un peón en su juego emocional, una figura que se movía y sacrificaba por el capricho de aquellos que creían controlar todo? Mientras el agua fría sigue cayendo sobre mí, intento lavar la traición que se ha impregnado en mi piel. Pero sé que la respuesta a mis preguntas no vendrá de reflexiones solitarias. Debía confrontarlos, con la verdad en mis manos y reclamar la dignidad que me han arrebatado. Quizás entonces pueda entender el porqué de su engaño y empezar a recoger los pedazos rotos de lo que una vez pensé que era amor. Las lágrimas seguían mezcladas con el agua de la ducha, cada una un recordatorio del engaño y la traición de ellos dos. Pero me aguantaba, no quería darles el gusto de verme derrotaba como siempre sucedía cuando ella me hacía algo. Esta vez no demostraría la más mínima debilidad Me desnudé despacio, no solo de mi ropa sino también de las ilusiones y esperanzas que una vez me vistieron. Todo se había roto en un instante, en el día en que creía que me entregaría a mi amor para complacerlo para toda la vida. Sin embargo terminé en las manos expertas de un desconocido que me había complacido más allá de lo que yo imaginé. Las marcas en mi piel eran los testigos mudos de un comienzo tumultuoso en la vida del placer y el dolor, una entrada a ese mundo que no había sido gentil ni amable. Estaría marcada toda mi vida por la traición, la venganza y el desamor. El dolor físico al lavarme mi centro es un eco del tormento interior que me aqueja, pero en ese dolor encuentro una extraña fuerza. Una que me dice que se alivia con ese acto. Lejos de arrepentirme de lo que hice, decidí utilizar el placer como un escudo, un medio para mantener a raya los sentimientos que ahora me parecen peligrosos y traicioneros. No permitiré que la vulnerabilidad me domine de nuevo. En vez de eso, me enfocaré en lo que puedo controlar: mi propio cuerpo y los placeres que puedo experimentar con él. El recuerdo del desconocido del último piso me invade mientras el jabón se desliza sobre mi piel dolorida. Su presencia constante, casi como una sombra en mis días recientes, no había sido una coincidencia. Como si el destino lo hubiera puesto para mí, esperando para complacerme. Cierro mis ojos y veo su mirada fija en mí, expectante. ¿Quién eres? ¿Qué quisiste decir con esa oferta? ¿Será verdad que puedes desaparecerlos? ¿A quién te entregaste, Celia? Eso no importa, no le preguntaré nunca. ¡Es el desconocido que te complacerá cada vez que lo pidas sin compromiso! Finalmente nos habíamos encontrado exactamente como su mirada me pedía. Me entregué a su deseo, a su lascivia incitante, y no me arrepiento. Su capacidad para satisfacerme fue tanto delicada como salvaje, un contrapunto perfecto a la tormenta que rugía en mi interior. Fue una experiencia alucinante, una que me hizo olvidar, aunque solo fuera por un momento, la maraña de mentiras en la que estaba atrapada y a la que no pienso renunciar. Pero incluso mientras revivo esos momentos de abandono en los brazos del desconocido, una parte de mí se pregunta si este será otro juego peligroso. ¿Puedo realmente permitirme el lujo de la distracción, o es este solo otro camino hacia una posible traición? Muevo mi cabeza, no me importa a donde me lleve. Por ahora, me aferraré al placer como un bote salvavidas en medio de un océano de traición. Y así, con los ojos cerrados bajo el chorro de agua, hago una promesa silenciosa: tomaré control de mi destino, sin dejar que los demás dicten mi valor o mi felicidad. Ya no más, me digo en lo que cierro mis ojos acariciando mi centro y recordando lo que pasó. El dolor inicial había sido intenso, una mezcla de sensaciones que bordeaban el umbral entre lo placentero y lo intolerable. Pero había algo en la forma en que él me miró, con una lujuria casi reverencial, que transformó la experiencia en algo más que físico. La manera en que se tomó su tiempo para entrar en mí, como si cada segundo fuera un recuerdo que quería atesorar, me hizo sentir poderosa a pesar de mi vulnerabilidad. Fue una lección de que aún en la entrega hay fuerza, y que el placer puede ser un acto de afirmación personal. Y con esa afirmación vino la claridad: Roger nunca fue lo que necesitaba. No era un hombre como el desconocido del último piso, alguien capaz de leer mis necesidades sin palabras y responder a ellas con una mezcla perfecta de ternura y pasión. Decidida, resuelvo que seguiré buscando ese placer sin remordimientos. Mi vida será mía para disfrutarla a plenitud, y no dejaré que nadie más me engañe o manipule. Las risas de Celeste y Roger, llenas de despreocupación e ignorancia de mi tormento, me llegan desde la sala. Ellos no entienden la tormenta que se avecina, la furia calculada de quien ha sido traicionado y está listo para reclamar justicia. Esta vez no cargaré con la culpa ni permitiré que retuerzan la verdad para convertirme en la villana. ¡No me vengaré de ellos!