Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. No era momento para vacilaciones. Revisé nuevamente los mensajes que había preparado para ser enviados en el momento preciso durante la boda, cada uno diseñado para revelar la verdad sobre Roger y Celeste ante todos los invitados. Las pruebas eran irrefutables; las imágenes y los textos dejarían al descubierto la traición que se había filtrado hasta mi teléfono.
No había podido descubrir qué era eso que todos me ocultaban a pesar de la enorme discusión que tuvieron Roger y Celeste en su primer encuentro en mi apartamento.—Eres una enferma —le gritaba Roger—. ¿Por qué diablos te pusiste el vestido de Celia?—¿Acaso no sabías que lo haría y aún así me acompañaste? Si Celia no hubiera aparecido, no habrías dicho nada —replic&oacut