Mundo ficciónIniciar sesiónALONSO:
La imagen de la aguja penetrando el corazón de mi inocente mujer cuando era niña, su sangre mezclándose con el líquido misterioso, me apretó el corazón. Ella, que se dejaba llevar sin saber lo que le iban a hacer en esos lugares macabros a los que la llevaba Carmela, era una escena brutal, una muestra de la crueldad que escondía la secta de las Janare que me negaba a creer.
—¡Tenemos que cazar a todas esas malditas mujeres y eliminarlas, Alonso! —dijo Dante a mi lado, temiendo que su amada Diletta fuera perseguida como mi Celia para sacrificarla—. No podemos dejar a una sola de esas respirando.Respiré hondo, llenando mis pulmones de aire pesado, denso, cargado de un odio que no era mío, pero que me colmaba como si me consumiera. El eco de las palabras de Dante resonaba en la caverna, pero no eran solo sus palabras las que llenaban el espacio; eran nuestras almas, cargadas






