Las luces de los focos iluminaron el nuevo escenario, revelando lo que parecía salido de una pesadilla. El suelo estaba cubierto por una sustancia viscosa y rojiza; parecía que desde las paredes hubieran escurrido gotas de sangre durante siglos. La oscura penumbra apenas dejaba ver lo que había más allá, pero el hedor metálico que llenaba el aire era inconfundible.
Dante entrecerró los ojos, visiblemente molesto por lo que teníamos enfrente, pero no dijo nada. Solo hizo un gesto irónico con la cabeza, queriendo escapar de aquel lugar.—Señor Vittorio, venga a ver si puede leer estos signos para ver si encuentra hacia dónde debemos ir —ordené, deseando salir de allí.Vittorio se acercó con cautela, con el rostro pálido bajo la luz de nuestras linternas. El olor a humedad y algo más nos hizo retroceder con los pelos de punta; se intensificó