CELIA:
Desperté con la sensación de dos alientos acompasados a mi lado, y un ruido externo que no lograba descifrar, parecía como si hubiera una multitud de personas. Pronto me percaté de que ya no nos encontrábamos en la misma habitación de antes, sino en un lugar que se asemejaba más a un consultorio médico. Al girar mi cabeza, vi a Diletta durmiendo plácidamente con su cabeza apoyada en el borde de mi cama. Más allá, casi en la penumbra de la salida, pude distinguir las figuras de Dante y mi hermano.
Intenté moverme, pero un dolor agudo, producto de la operación, me lo impidió. Por instinto, llevé mi mano a mi vientre, como si ese simple gesto pudiera confirmarme si mi bebé estaba bien, aunque no sentía nada en particular. La incertidumbre me invadía, pero no podía hacer más que esperar, esperar a que el tiempo me diera las respuestas que tanto ansiaba. Con sumo cuidado, me moví lo suficiente para que Diletta percibiera mi inquietud y despertara de in