LUCERO:
El dolor era agonizante, sentía que me habían destrozado por dentro esos maleantes. Todos esos extraños aparatos que introdujeron en mí, jamás me habían dolido tanto. ¿Por qué vine a este mundo? Ni siquiera un animal debe ser tratado así. Lloraba en silencio después de arrastrarme como pude hasta donde mi mamá estaba. Me acurruqué a su lado apenas rozando su cuerpo en busca del calor maternal que tanto necesitaba y maldije a mi padre, lo maldije por lo cruel que había sido con mamá y por lo tanto conmigo. Me las cobraría toda, lo haría sufrir con creces lo que mi madre y yo sufrimos.
El frío se adentraba en mi ser, provocando un estremecimiento que recorría mi cuerpo. Aquella cabaña desolada, en la que nos habían confinado a mi madre y a mí desde que tengo memoria, no podía ser llamada hogar. Era m&a