148. DE REGRESO A LA CASA DEL LOBO
DILETTA:
Dante se detuvo de golpe, la tensión en su cuerpo se hizo evidente, como si mi pregunta hubiera tocado un nervio expuesto. Me miró, sus ojos oscuros analizándome con ese aire enigmático que siempre me hacía preguntarme si estaba leyendo mis pensamientos. No respondió de inmediato, y el silencio se extendió entre nosotros como un callejón sin salida.
—No hoy. Gracias por llamar. Si sigues al pie de la letra mis indicaciones, podremos desenmarañar este embrollo y hacerles pagar por lo que le hicieron a tu mamá Dinora, y ahora a tu hermana Celia y a ti —dijo, girándose hacia mí mientras subíamos al auto—. Pero para eso, debes obedecerme sin rechistar, asumiendo el papel que ellos creen que desempeñas: la sumisa Celia, quien ahora es mi esposa. Necesitas adoptar su comportamiento; ella es un verdadero encanto de persona —subrayó con énfasis.
—No te preocupes,viví toda mi vida al lado de nuestra madre. Celia es el vivo reflejo de tía Dinora; sé que podré imitarla a la perfección.