Alonso se quedó en silencio, observando cómo me alejaba con paso decidido hasta alcanzar a Diletta y Nectáreo que nos habían dejado solos. Mi hermano al sentirme pegada a su brazo, me pasó un brazo por mis hombros feliz de llevarnos a las dos. Pero al ver que Alonso no nos seguía y me miraba detenido en el mismo sitio, me detuve en la puerta, sintiendo el peso de la realidad.
A pesar de la indignación y el deseo de independencia que ardía en mi pecho, había algo en él, algo oscuro y poderoso, que me atraía irremediablemente. Volví sobre mis pasos y mis ojos no dejaban los de Alonso. Había una danza peligrosa en su mirada, una que hablaba de rendición y desafío al mismo tiempo.—No quiero dejarte, vamos —susurré tirando de él. Alonso se inclinó hacia adelante, un brillo triunfante pero tambié