Respiré hondo, consciente de que cada palabra que pronunciara podía alterar el delicado equilibrio en el que me encontraba. Quería acabar con ellos, pero me contuve, no era Diletta, sino Celia.
—¿No dijiste que confiabas en mí? Te lo demostré cuando me entregaste esta empresa, y la llevé a la cima. Tengo personas que saben que siempre cumplo con mi palabra. Es un aliado que no conoces y que debe estar por llegar, hablé con él hace media hora —contesté con un enigma en mi voz, manteniendo la mirada fija en Agustino—. Alguien que ve mi potencial y confía en mí, lo ayudé en una situación complicada y me dijo que el día que lo necesitara estaría ahí para mí. El padre de Roger observaba la escena con un interés creciente. Estaba claro que era el antiguo suegro de Celia y que de seguro fue él quien p