La mañana del lunes llegó con una rapidez que me dejó sin aliento. Apenas había dormido, dando vueltas entre las sábanas mientras mi mente reproducía una y otra vez cada momento vivido con Nathaniel durante el fin de semana. Sus miradas, sus palabras, la forma en que sus dedos habían rozado mi piel como si quisiera memorizarla.
Me miré al espejo mientras me arreglaba para ir a la oficina. Había elegido un traje sastre color burdeos, ajustado pero elegante. Profesional, me repetí. Debía mantenerme profesional. Este matrimonio era un contrato, nada más. Pero el reflejo en el espejo me devolvía la imagen de una mujer con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes, delatando emociones que intentaba negar.
—Contrólate, Sophie —murmuré a mi reflejo—. Es solo un hombre.
Un hombre que con solo mirarme hacía que mi cuerpo entero se estremeciera.
Llegué a la oficina temprano, esperando evitar encontrarme con Nathaniel hasta la reunión programada para las once. Necesitaba tiempo para recompon