3

Nunca imaginé que un simple contrato cambiaría tanto mi vida. O tal vez no es el contrato lo que lo hace todo tan complicado, sino él. Nathaniel. Siempre he pensado que soy una persona práctica, capaz de mantener las cosas bajo control, pero este acuerdo... este acuerdo me está desbordando.

Al principio, era solo un trato de negocios, un acuerdo frío y lógico. Firmeza de ambas partes, sin emociones de por medio. Así lo había visto: un simple paso en mi vida profesional. Pero con cada día que pasaba, con cada encuentro con él, las reglas comenzaban a difuminarse, y las emociones, esas que siempre traté de evitar, comenzaban a surgir como una tormenta silenciosa.

Nathaniel no era solo un hombre de negocios. Eso lo supe pronto, aunque intentara no admitirlo. Había momentos, pequeños destellos, en los que su dureza y control parecían desmoronarse. Como si, solo por un segundo, me permitiera ver algo más allá de su fachada perfecta, algo más humano, más vulnerable. Y fue entonces cuando me di cuenta de que ya no solo lo veía como una especie de jefe, de líder. Lo veía como un hombre real. Un hombre con sus propias heridas, sus propios miedos.

La atracción que sentía por él era tan intensa que me resultaba casi insoportable. No era solo lo físico, aunque debo admitir que sus ojos, esa mirada de fuego, su mandíbula marcada... todo en él me incitaba a romper las reglas. Pero era algo más profundo, algo que no podía explicar con simples palabras. Era la forma en que hablaba, cómo decía las cosas con esa calma tensa, como si cada palabra estuviera medida y calculada. Como si todo en él estuviera bajo control, pero, en el fondo, sabía que no era así.

A lo largo de esa semana, pasamos más tiempo juntos. Asistimos a cenas y eventos sociales donde la gente nos miraba como la pareja perfecta, aunque solo fuera una fachada. En cada uno de esos momentos, la distancia entre nosotros se acortaba. Yo fingía estar tranquila, segura de lo que hacía, pero la verdad era que cada vez que Nathaniel me miraba de esa manera, de esa forma tan penetrante, sentía que mi mundo se desmoronaba. Él estaba tan cerca, y la tentación era tan fuerte que me costaba mantener la compostura.

Una tarde, durante un evento benéfico, estábamos en una pequeña reunión privada, rodeados de personas importantes. Nathaniel estaba hablando con un socio mientras yo observaba desde un rincón, intentando no destacar demasiado. Pero de alguna manera, sus ojos me encontraron. Me miró, y por un instante, el mundo desapareció. No había nadie más en la habitación. Solo él y yo. Mi corazón latía con fuerza, y la intensidad de su mirada me hizo sentir vulnerable, expuesta. Pero no podía apartar la vista. No quería.

Al fin, la conversación terminó, y él caminó hacia mí, su presencia tan imponente que todos los demás parecían desvanecerse. Los murmullos a nuestro alrededor se desvanecieron cuando Nathaniel extendió su brazo hacia mí, como si fuera algo natural. Sin pensarlo, tomé su brazo, y la proximidad hizo que una chispa recorriera mi cuerpo.

—Te ves... increíble esta noche —dijo en voz baja, su tono bajo y grave, haciendo que mi piel se erizara.

Miré hacia arriba, encontrándome con su mirada profunda y segura. Algo en sus ojos me hizo sentir pequeña y grande a la vez, como si estuviera atrapada en una red invisible, en la que él tenía todo el control.

—Gracias —respondí, tratando de mantener la calma, aunque mi voz tembló ligeramente.

No pasó mucho tiempo antes de que nos encontráramos de nuevo en la suite del hotel, esa que, de alguna manera, ya se había convertido en nuestro refugio. La habitación estaba iluminada solo por la luz tenue de las lámparas, creando un ambiente íntimo, casi inquietante.

Él estaba de pie junto a la ventana, mirando la ciudad con esa expresión imperturbable que me había aprendido a reconocer. Yo, por otro lado, me encontraba en el sofá, demasiado consciente de cada movimiento que hacía. La distancia entre nosotros era palpable, pero el aire, el ambiente en esa habitación, se sentía denso, cargado de algo que ninguno de los dos quería reconocer.

—Sophie, ¿realmente crees que puedes seguir adelante con esto? —su voz rompió el silencio, directa, sin rodeos.

Me volví hacia él, y lo vi ahí, en ese momento, tan cercano y a la vez tan lejano. Algo en su tono me hizo sentir incómoda, como si de repente se hubiera quitado esa capa de frialdad que lo definía. Era como si estuviera esperando que yo dijera algo, que me abriera, pero yo no sabía cómo.

—Lo que estamos haciendo es un acuerdo. No hay nada más —respondí, mi voz firme, aunque sabía que mi interior se estaba quebrando.

Nathaniel se acercó lentamente, y la tensión en el aire se hizo aún más palpable. No podía ignorar la forma en que su presencia llenaba cada rincón, cómo su cercanía me hacía sentir pequeña e inmensa a la vez.

—No es solo un acuerdo, Sophie —dijo, casi susurrando. Su respiración estaba más cerca de la mía, y sentí la electricidad entre nosotros como un rayo a punto de caer—. Y tú lo sabes.

Mis labios se abrieron para responder, pero algo en sus ojos me detuvo. Él estaba dejando entrever algo, algo más que control, algo más que simple dominio. Podía ver la vulnerabilidad detrás de esa mirada, la tormenta que se libraba dentro de él. Y eso me confundió aún más.

—¿Qué estás diciendo? —logré preguntar, aunque mi corazón latía desbocado.

Nathaniel cerró los ojos por un segundo, como si estuviera luchando contra algo dentro de él. Luego, cuando los abrió, me miró fijamente.

—Nunca he sido bueno con las personas, Sophie. El control es todo lo que tengo. Todo lo que me permite seguir adelante —su voz se quebró ligeramente, y por un segundo, sentí que veía a un hombre completamente diferente al que había conocido. Alguien más... humano. Más real.

Mi mente se quedó en blanco por un momento, incapaz de procesar sus palabras. ¿Quién era este hombre? ¿El que tenía el control absoluto, o el que estaba mostrándome una grieta en su armadura?

—No sé qué hacer con todo esto —dije, mi voz tan baja que apenas la escuché. Mi mente estaba atrapada entre lo que quería y lo que debía hacer.

La habitación se llenó de silencio nuevamente, pero esta vez, no era incómodo. Era como si, de alguna manera, nos estuviéramos entendiendo sin palabras.

Finalmente, Nathaniel dio un paso atrás, recobrando su compostura.

—Nos tenemos que hacer una promesa, Sophie. No podemos dejar que esto nos controle. —Su mirada estaba decidida, como si ya hubiera tomado una decisión, aunque yo aún estuviera perdida en el mar de pensamientos que me inundaba.

Mientras nos quedábamos en esa habitación, el peso de sus palabras no se disipaba. La tensión seguía creciendo entre nosotros, y la línea entre lo que era real y lo que solo era un juego de poder comenzaba a desdibujarse.

Me miró una vez más, y por un instante, sentí que las reglas que habíamos establecido ya no significaban nada. ¿Podría seguir adelante con este contrato sin perderme en el proceso? O, tal vez, ¿era yo la que ya había cruzado la línea?

El futuro era incierto, y yo estaba atrapada, sin saber si este acuerdo sería la ruina o la salvación de mi vida.

La mañana siguiente me recibe con la sensación de estar atrapada en una telaraña invisible. Aún no puedo dejar de pensar en la conversación con Nathaniel de anoche. Había algo en su mirada, algo que no había visto antes. Una grieta en su fachada de hielo. No es que fuera vulnerable, ni mucho menos, pero por un breve momento, sentí que había algo más en él. Algo real.

Las semanas han pasado, y mi cuerpo está cada vez más consciente de su cercanía. El contrato que firmé ya no parece tan simple. Antes, pensaba que todo esto se reduciría a una serie de interacciones formales, de funciones públicas, de sonrisas falsas y gestos vacíos. Pero ahora… ahora cada vez me cuesta más ignorar lo que ocurre cuando estamos juntos. Cada vez me cuesta más evitar el calor que se acumula entre nosotros, esa tensión incómoda que siempre está al borde de estallar.

Esa mañana, mi mente no deja de dar vueltas sobre todo esto mientras me preparo para otro evento corporativo con Nathaniel. Tengo la sensación de que él sabe lo que está pasando entre nosotros, aunque no lo diga. Su control sobre la situación, esa forma de marcar límites sin ser excesivamente cruel, me pone de nervios. Se nota que siempre tiene el control, en cada palabra, en cada gesto.

De alguna forma, me siento expuesta bajo su mirada, aunque nunca me haya tocado más que en un par de ocasiones en público. Pero incluso un roce de su mano al pasar un vaso de agua, aunque inocente, me deja el corazón latiendo de forma irregular.

El evento es una gala empresarial. Nathaniel me mira de reojo, como si estuviera comprobando cada paso que doy. Sé que me observa, pero no puedo evitar que mi mente se enfoque en él, en su presencia dominante. Con cada paso que doy, cada sonrisa que ofrezco a los socios y clientes que se nos acercan, siento que mi piel se eriza, que el aire se vuelve más denso.

—Sophie, te ves increíble esta noche. —La voz de Nathaniel llega hasta mí, baja, rasposa, como siempre que está cerca.

Mi pulso se acelera al instante. Me siento un poco incómoda, y no puedo evitar mirar hacia otro lado.

—Gracias. —No sé si le respondo por cortesía o porque realmente me agrada escucharle. Lo cierto es que, a estas alturas, todo lo que me dice me provoca un remolino de emociones contradictorias.

Puedo sentir su presencia detrás de mí como una sombra, observándome mientras hablo con los demás. A veces, es casi como si el resto del mundo se desvaneciera cuando nuestras miradas se cruzan. Como si, por un segundo, nada más importara.

Al final de la noche, cuando la mayoría de los invitados se han ido, me quedo de pie cerca de la ventana, mirando hacia la ciudad. Nathaniel se acerca en silencio, y sin decir una palabra, se coloca junto a mí. La tensión es palpable.

—¿Qué piensas, Sophie? —Su voz suena suave, pero firme.

Me sorprende la pregunta. ¿Qué pienso? Bueno, la respuesta debería ser sencilla, pero me resulta difícil articularla. No es que no sepa lo que siento, sino que tengo miedo de admitirlo. Y más aún, tengo miedo de que él lo sepa.

—Sobre qué... —Es lo único que consigo decir mientras miro la ciudad brillar bajo la luz de la luna.

—Sobre todo esto. Sobre el contrato, sobre nosotros. —Su mirada se clava en mí, tan intensa que siento que podría derretirme.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. ¿Sobre todo esto? ¿Sobre nosotros? No puedo responder, no quiero responder. Si lo hiciera, si confesara lo que realmente siento, las consecuencias serían impredecibles. La línea entre lo profesional y lo personal se está desdibujando, y es aterrador.

—Nathaniel… —Mi voz tiembla, pero no sé si es por el frío o por lo que estoy a punto de decir. Me siento tan pequeña bajo su presencia. —Lo que estamos haciendo… no es fácil para mí.

Él no responde inmediatamente. Solo da un paso más cerca de mí, lo suficiente para que pueda sentir el calor de su cuerpo. Es como si cada centímetro de espacio entre nosotros fuera solo una ilusión.

—Lo sé. —La respuesta es tan simple, pero lleva consigo una carga pesada, algo que no puedo entender completamente. ¿Es un reconocimiento de que también se siente atrapado? ¿O solo una forma de marcar límites?

Entonces, casi sin pensar, sus dedos rozan mi brazo. El contacto es breve, pero en ese instante, el aire entre nosotros se espesa. La electricidad está en todas partes. Yo la siento, y sé que él también. Pero ninguno de los dos se atreve a dar el siguiente paso.

Sigo mirando hacia afuera, pero la sensación de su proximidad me quema por dentro. ¿Cómo se supone que debo reaccionar ante todo esto? ¿Cómo puedo mantener mi compostura cuando cada mirada suya, cada palabra, cada gesto me consume por dentro?

Lo peor de todo es que ya no sé si quiero resistirme.

Finalmente, me aparto lentamente y lo miro de reojo.

—Voy a retirarme por hoy. —Mi voz suena algo más firme, pero sé que está llena de inseguridad.

Antes de que pueda alejarme, Nathaniel me detiene con un leve toque en mi brazo.

—Nos vemos mañana, Sophie. —No es una despedida normal, sino una declaración. Un recordatorio de que nuestra "relación" no se va a quedar en una simple fachada.

—Sí. —Respondo, y mientras me alejo, la sensación de tener el control de mi vida se desvanece poco a poco.

¿Qué haré ahora? ¿Podré seguir con este contrato y mantener mi distancia emocional, o me rendiré ante lo que siento por él?

Esa noche, mientras me recuesto en la cama, las preguntas me atormentan. Pero lo que es más doloroso es la respuesta que ya empiezo a sospechar: tal vez no quiera resistirme.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP