Dicen que el deseo es como una enfermedad que se propaga por el cuerpo sin que puedas hacer nada para detenerla. Yo, Sophie Miller, abogada respetada, mujer independiente, estaba infectada hasta la médula.
Observo mi reflejo en el espejo del baño de la oficina. Tengo las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Cualquiera pensaría que estoy enamorada. Pero no, me repito. Esto no es amor. Es deseo, obsesión, una trampa en la que he caído sin remedio.
—Contrólate, Sophie —susurro a mi reflejo mientras me salpico agua fría en el rostro.
Hace apenas diez minutos, Nathaniel pasó junto a mi escritorio y rozó "accidentalmente" mi hombro con su mano. Un simple contacto que envió una descarga eléctrica por todo mi cuerpo. Y ahora estoy aquí, escondida, intentando recuperar la compostura.
Salgo del baño con la determinación renovada, pero se desvanece en cuanto lo veo esperándome en el pasillo, apoyado contra la pared con esa postura despreocupada que me vuelve loca.
—¿Todo bien, señora Black