La luz del atardecer se filtraba por los ventanales de la oficina de Nathaniel, proyectando sombras alargadas sobre los documentos que revisábamos. Llevábamos horas trabajando en el nuevo proyecto de expansión, y aunque su concentración parecía inquebrantable, yo no podía evitar observarlo cuando creía que no me daba cuenta.
Fue entonces cuando lo noté de nuevo: aquella sombra que cruzaba su mirada cuando pensaba que nadie lo veía. Un velo de tristeza que aparecía y desaparecía tan rápido que cualquiera podría pensar que era producto de la imaginación. Pero yo lo había visto demasiadas veces ya para ignorarlo.
—¿Qué tanto me miras, Sophie? —preguntó sin levantar la vista de los papeles.
Me sobresalté, sintiendo el calor subir a mis mejillas.
—Nada, solo... —dudé un momento—. ¿Alguna vez piensas hablarme de ello?
Sus dedos se detuvieron sobre el documento. Levantó la mirada lentamente, con una expresión indescifrable.
—¿De qué exactamente?
—De lo que escondes detrás de esa máscara de f