La lluvia golpeaba con furia los ventanales de la oficina mientras yo permanecía de pie, con los puños apretados y la respiración entrecortada. El silencio entre nosotros era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Nathaniel me observaba desde el otro lado de su escritorio, con esa mirada penetrante que parecía desnudar cada una de mis defensas.
—Ya no puedo seguir así —dije finalmente, rompiendo el silencio—. Necesito respuestas, Nathaniel. Necesito saber qué es lo que realmente quieres de mí.
Él se levantó lentamente de su silla, rodeando el escritorio con movimientos calculados, como un depredador acechando a su presa. Su presencia llenaba la habitación, robándome el aliento.
—¿Qué quiero de ti? —Su voz era un susurro peligroso—. Creo que lo sabes perfectamente, Sophie.
—No, no lo sé —respondí, alzando la barbilla en un gesto desafiante—. Este contrato, esta farsa... todo comenzó como un acuerdo de negocios, pero ahora... ahora ya no sé qué es.
La tensión entre nosotros crepi