El café humeante entre mis manos no lograba calmar el frío que sentía por dentro. La cafetería corporativa del edificio Blackwell bullía de actividad a mi alrededor, pero yo me sentía aislada, como si estuviera encerrada en una burbuja de cristal. Las palabras que había escuchado esa mañana resonaban en mi cabeza con la persistencia de un martillo.
—¿No lo sabías? —había dicho Vanessa, una de las asistentes del departamento legal, con ese tono falsamente inocente que utilizan quienes disfrutan sembrando cizaña—. Nathaniel tiene un historial bastante... colorido. Pregúntale a Caroline del departamento de marketing. O mejor aún, a Rebecca de Recursos Humanos.
Intenté mantener mi rostro impasible mientras ella continuaba.
—No es que sea asunto mío, claro —añadió con una sonrisa que contradecía sus palabras—. Pero siendo su esposa, aunque sea por contrato, pensé que deberías saberlo.
Ahora, sentada sola, observaba el remolino de crema en mi café como si pudiera encontrar respuestas en él.