CAPÍTULO 91. Montada y marcada.
Desvió la mirada y apretó los labios. ¡Qué más daba! Se arrodilló entre sus piernas, se agachó, asió su polla con saliva de una manera inteligente y luego se la metió en la boca. Poco después se colocó por fin sobre él. Aquellas tetas y aquel coño le parecían lo más bonito que hubiese visto nunca; Ramón tuvo el honor de probarlos primero y se sentía injusto.
Su polla se deslizó dentro de Cristina hasta desaparecer por completo. Volvió a verla de nuevo cuando la mujer comenzó a subir y bajar sus caderas, mientras los senos rebotaban, y no perdió tiempo en atraparlos y mamar de ellos.
Juan miraba la escena, embelesado, viendo cómo el trasero de Cristina subía y bajaba como si fuera una yegua en pleno galope.
Cristina respiró cansada cuando sintió un dedo toqueteando su ano. Notó cómo presionaba por entrar a través de él y algo húmedo estaba lubricando ese orificio. No le costó mucho esfuerzo lograrlo.
Era más grueso de lo normal; cuando se dio cuenta de que lo que entraba por su ano era