CAPÍTULO 6. Capataz atrevido.
Narrador.
Orlando escaneó a Irina de pie a cabeza sin agachar la mirada, como ella no lo esperaba, puesto que al ser un empleado nuevo lo lógico era que mostrara respeto. Pero el hombre la miraba con arrogancia, sin molestarse en saludar a la señora del patrón. Irina giró con la intención de irse, pero la voz de Orlando la detuvo.
—¿Señora, le enferma estar a mi lado? —habló sin una pizca de temor a expresarse como lo haría otro empleado en su lugar.
—Señora Irina, buenos días. Discúlpeme por las fachas en las que me encuentro, sé que no es debido andar a medio vestir, ya que su hogar no es una playa nudista. ¿Se le ofrece algo? —dijo ella con burla, tratando de imitar la voz varonil de Orlando—. Esas son las palabras que debería usted decirme mientras se pone correctamente la camisa.
Él se quedó mirándola fijamente, odiando esa actitud de Irina. Respiró profundamente, controlando la furia que se instaló en su pecho, mientras ella estaba totalmente nerviosa.
—A todo esto, ¿qué se le