CAPÍTULO 12. Oblígame.
Al día siguiente, Irina se encontró con la sorpresa de ver a su marido aún a su lado. La tenía abrazada por la espalda y dormía a sus anchas, cosa que le pareció rara, porque últimamente no lo veía al despertar. Se levantó para ir a hacer sus necesidades, luego se detuvo delante del espejo, notando que la marca de la mordida estaba rosácea. Se tocó despacio y cerró los ojos al recordarlo; ese simple beso que pasó con Orlando le hizo sentir mucho más que lo que su esposo le provocó mientras la follaba.
«Orlando», pensó, sintiendo cómo su piel se erizaba tan solo con pensar en su nombre. Ese hombre estaba siendo su capricho, y ya no se recriminaba que debía parar. Por el contrario, ahora lo quería, necesitaba calmar el calor que su esposo no lograba sosegar.
Por su parte, Miguel, al sentir el silencio, despertó, logrando ver que Irina no estaba a su lado. Salió de la cama y fue al baño para buscarla. La encontró parada frente al espejo, con los ojos cerrados y acariciándose el cuello. A