Capítulo 239. Enfrentamiento.
Maximiliano Delacroix
Entré a Argentum con pasos medidos, después de la revisión médica de Amy. Ella estaba bien y el bebé también.
Entramos directamente a la sala donde estaba Mía resguardada, apenas nos vio, se levantó corriendo, cargaba un osito en brazos, inocente de todo lo que estaba pasando.
—¡Papi! —gritó Mía en cuanto me vio—. ¡Papá, mamá! ¿Dónde estaban? ¡Tardaron mucho!
Se lanzó hacia nosotros sin pensar, con las piernas cruzando la distancia en dos saltos, y se encajó entre Amy y yo antes de que nadie pudiera reaccionar.
Amy la rodeó con un brazo mientras me miraba y algo crujía entre sus labios, una mezcla de alivio y miedo que no supimos nombrar.
Me incliné y la tomé contra mi pecho. Su olor bastó para tranquilizarme, porque durante ese tiempo que había ocurrido la explosión, no podía dejar de imaginarme que eso hubiese pasado cuando ellas estuvieran en casa. Yo no lo hubiese soportado, seguramente me habría vuelto loco.
—Papá, ¿Ya me quiero ir a nuestra casita?
Ante su