Capítulo 240. La mente maestra.
Maximiliano Delacroix
Los siguientes minutos fueron de acción. El grito de Adrián bastó para encender todos mis sentidos.
Apenas alcancé a girar cuando el primer disparo cortó el aire. Me lancé detrás de la camioneta y el impacto golpeó el metal donde había estado mi cabeza un segundo antes. El sonido seco de las balas rebotando contra el capó llenó la noche.
Respondí al fuego con dos tiros rápidos por encima del motor. Vi una silueta, caer de rodillas y luego desplomarse herido.
El segundo intentó correr hacia los árboles laterales.
Quedaba uno.
—¡MAX, LO TIENES A TU IZQUIERDA! —gritó Adrián.
Asomé apenas, moviéndome bajo la sombra del vehículo. Buscaba un ángulo limpio para disparar, pero el segundo hombre seguía moviéndose entre los árboles, tratando de rodearme.
El viento se quedó quieto.
Hasta los grillos parecieron dejar de cantar.
Entonces el disparo llegó.
Directo.
Preciso.
Caliente.
La bala me atravesó el brazo izquierdo y sentí el ardor brutal recorrerme hasta los dedos. La