—¿Crees que Micah estará bien?
El Italiano se frotó el rostro con una mano. Estaba exhausto. Los últimos días habían sido más intensos que todos sus años de carrera criminal juntos.
—No lo sé —murmuró—. Hay algo distinto. Algo que no logro identificar en él. Sé que es mi hermano… pero no lo parece.
La Doctora lo observó con atención, captando el gesto casi imperceptible que acompañó su confesión. No era fácil para él hablar así.
—¿A qué te refieres?
—Es como si Micah fuese otro. Nadie representa una amenaza tan grande para nosotros como Ian. Y aun así, mi hermano no dudó en fugarse con su prometida.
Ellis permaneció en silencio. Estaba procesando. Sopesando.
—No solo arriesgó su vida —continuó el Italiano—. Puso en jaque la organización entera. Mi posición. Y sobre todo… la tuya. Y parecía no importarle en lo más mínimo.
La Doctora se acercó. Tomó su rostro entre las manos, obligándolo a mirarla.
—¿Crees que quiso hacerte daño a propósito?
La pregunta le golpeó con más fuerza de la qu