¡Micah! ¿Estás bien?
Alessandro se arrastró hasta su hermano. Micah se cubría los oídos, con el rostro contraído de dolor. Negó con la cabeza, sin poder articular palabra. Más allá, entre los escombros y el caos, Luca seguía en pie, alerta.
—¡Levántate! —exigió, tirando de él.
Micah se puso de pie con dificultad, una mano en el costado. Cada paso parecía dolerle. El bosque no estaba lejos. Si aprovechaban la nube de humo provocada por la explosión, tal vez lograrían escabullirse. Nadie conocía ese terreno mejor que ellos.
Alessandro lo sujetó con fuerza. Luca se posicionó a su lado, la mirada entornada, el cuerpo tenso, en modo de supervivencia.
—Tenemos que salir de aquí, amigo. Si no lo perdemos ahora… será nuestro final.
Luca asintió, sin dejar de escanear el entorno con ojos abiertos.
Los árboles estaban cerca. Alessandro empujaba a Micah con fuerza mientras corrían por el pasto húmedo. Luca iba detrás, cubriéndoles la espalda, mirando a todos lados con la mandíbula apretada.
—¡No