Los días siguientes fueron como un torbellino o un sueño, animados por la perspectiva de que en dos semanas, tres como máximo, volveríamos a ver a Malec. Por primera vez desde que lo dejáramos aquí mismo para ir por los hijos de Alanis, casi un año atrás.
El entusiasmo le prestó fuerzas renovadas a Risa, que quería que todo, desde el dormitorio de los niños hasta ella misma, estuviera perfecto cuando llegaran. Por suerte, era lo bastante sensata para darse cuenta que a pesar de cuánto se había recuperado en el último mes, no estaba en condiciones de hacerlo todo sola. Y a instancias de Enyd, además de Maeve, aceptó también la ayuda de Kaile.
Aquello presentó un desafío inesperado, porque Kaile trajo a sus hijas. El año anterior, Risa solía cuidar de ellas en la guardería del castillo. Eran un par de años mayore