Las puertas de vidrio vibraron cuando Logan las abrió de golpe. El estruendo resonó por toda la oficina como un trueno furioso. Sus ojos, habitualmente fríos y calculadores, ardían de ira mientras arrojaba los papeles sobre el escritorio, desparramando informes, carpetas, y archivos digitales.
Lo golpeó el borde del mueble con el puño cerrado, haciendo temblar la madera reforzada.
—¡Maldita sea! —gruñó, tomando una carpeta azul y lanzándola con fuerza contra la pared.
Su secretario, un joven ágil y siempre atento, se encogió al ver a su alfa en ese estado. Había visto a Logan molesto, había visto a Logan sin dormir, había visto incluso a Logan herido. Pero así… así no lo había visto nunca. Como un lobo acorralado, dispuesto a matar.
—Señor... —empezó a decir con cuidado, pero Logan alzó una mano para detenerlo.
—Alguien está saboteando esta empresa desde adentro —murmuró entre dientes, conteniendo apenas la furia que lo consumía por dentro—. Están filtrando nuestros planes estratégico