Logan avanzaba con pasos pesados y firmes, sin mirar atrás. Sus brazos sujetaban a Mía con la delicadeza que sólo alguien realmente marcado por el lazo podía entender. Su cuerpo temblaba de ira contenida.
Cada vez que bajaba la vista y la veía fruncir levemente el ceño o gemir en sueños por el dolor, una parte salvaje de él pedía salir. Quería arrancar las cabezas de quienes permitieron que un guerrero la tocara. Y lo haría. No ahora. Primero ella. Solo ella.
Empujó la puerta de su habitación de golpe. Las bisagras chirriaron, y el aire cambió apenas entraron, como si incluso la atmósfera supiera que la luna de su alfa estaba herida.
La depositó con cuidado en la cama, sobre las sábanas blancas. Se arrodilló a su lado y la miró, con la mandíbula apretada, con el alma hecha pedazos.
—Mía —susurró, acariciando su rostro sudado—. Necesito ver si te rompieron algo… Por favor.
Sus dedos fueron hasta la blusa empapada de sudor y tierra. La levantó con sumo cuidado, revelando el costado mor